Sin sacrificio no se obtienen resultados importantes, y tampoco auténticas satisfacciones

Por Angelo De Simone

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13). Cuando escuché de un nadador olímpico venezolano decir: “Gracias a Dios me fue bastante bien”, se me movió el corazón inmediatamente, porque sin duda alguna son signos visibles de la presencia de Dios en todos los ámbitos del mundo, sobre todo en el deportivo.

Su nombre es Carlos Claverie, de tan solo 19 años de edad, un nadador que siempre ha puesto su fe en Dios, y, junto a su familia que le apoya, ha salido victorioso de toda dificultad que se le ha presentado, clasificando en sus primeras olimpiadas a las semifinales de su prueba preferida. Carlos por su cercanía a Dios, sabe que no solo compite por la corona que se marchita, sino también por una que no se marchita, como nos recuerda San Pablo en la carta a los Corintios.

Evangelizar desde cualquier frente

Para nadie es un secreto, que, tanto en las olimpiadas como en la preparación al mundial, así como también en los podios del “Checo” Pérez, hemos tenido un banquete de hazañas que, han ameritado por parte de los atletas, grandes sacrificios, muchas veces durante años, día a día. Un Michael Phelps que luego de tocar fondo, su acercamiento a Dios le ayudó a salir de una gran depresión que presentaba producto de los vicios y excesos. Un grande del futbol, Neymar, que, para celebrar su medalla de oro, se coloca una cinta en su frente que dice: 100% Cristo, lo que le costó una llamada de atención por el COI. Son grandes testimonios de fe, que, sin miedo a las controversias, proclaman un Dios que es amor y une naciones, deportistas y hasta gobernantes.

Son un claro ejemplo que, desde cualquier ámbito que nos encontremos, siempre podemos evangelizar para gloria de Dios. Esa es la santidad de hoy, es el remar contracorriente en un mundo que necesita testigos del evangelio.

Testigos files y valientes

Es por ello, que es necesario recordar, que como cristianos también estamos llamados a convertirnos en grandes atletas de Cristo, es decir, testigos fieles y valientes de su Evangelio: Santos del siglo XXI. No es tarea fácil, también amerita un entrenamiento duro: perseverancia en la oración, entrenamiento en la virtud y ser dirigido por el mejor entrenador de todos los tiempos, Cristo Jesús.

El esfuerzo, sacrificio y las privaciones, valen la pena cuando se triunfa y se llega a tan altos niveles deportivos. Esta es la lógica del deporte, especialmente del deporte olímpico; y es también la lógica de la vida: sin sacrificio no se obtienen resultados importantes, y tampoco auténticas satisfacciones.

En estas olimpiadas de la vida, de la fe, todos conocemos cual es la prueba en la que tendremos que participar, todos tenemos alguna debilidad con la cual tendremos que pelear. En esta competencia espiritual, debemos mantenernos aferrados a Cristo, entrenador de entrenadores, y con trabajo duro, esperar la gloria eterna, que sin duda alguna no es pasajera ni finita, es el sueño de la corona incorruptible, la del Reino de Dios.

Trabajemos juntos, como equipo, por esta victoria, de encontrarnos todos juntos saboreando la alegría del encuentro con Cristo en su Reino, y, sobre todo, trabajemos por salvarnos juntos, porque, como diría Don Manuel Domingo y Sol: No estamos destinados a la soledad, nos salvaremos juntos como hermanos.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de noviembre de 2022 No. 1427

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