1. El proceso de envejecimiento, que comienza desde el mismo momento en que nacemos y que se desarrolla a lo largo de toda nuestra vida, no ocurre de manera similar en todas las personas. No te desalientes si el anciano al que cuidas presenta muchas más limitaciones que otros de su misma edad; no hay que exigirle más de lo que pueda hacer.
  2. La sociedad valora al hombre activo, que es capaz de trabajar y generar riquezas. El adulto mayor, al dejar de trabajar puede experimentar dificultad para adaptarse a este cambio, pues, como el resto de la sociedad, estaba orientado al trabajo y a la actividad. Hay que ayudarlo a superar el mito de que “jubilarse del trabajo es sinónimo de jubilarse de la vida”.
  3. Considera que el adulto mayor se enfrenta a una etapa de continuas pérdidas: facultades físicas, psicológicas y económicas, su rol en la familia, muerte de amigos y/o de su cónyuge, etc. Hay que tenerle comprensión y compasión.
  4. Hay quienes dicen que las personas mayores viven mejor en los asilos, conviviendo con gente de su edad. La realidad es que el entorno familiar sigue siendo la alternativa más apropiada para el anciano; con la cooperación de todos los suyos tendrán una mejor calidad de vida.
  5. Con frecuencia los hijos colman a sus padres ancianos de cosas materiales. Sin descuidar ese necesario apoyo, también hay que dedicarles tiempo, de manera que realmente puedan sentirse escuchados y amados.
  6. No hay que descuidar la parte espiritual, sino facilitar que el anciano pueda seguir la Misa por televisión o radio, o incluso asistir al templo; rezar con él si así lo desea; facilitarle el acceso al sacramento de la Confesión, etc.
  7. Al prolongarse la esperanza máxima de vida, se aumenta la prevalencia de enfermedades demenciales como el Alzheimer, y otras degenerativas, como el Parkinson, las cuales requieren que el cuidador reciba orientación para atender con ecuanimidad y dulzura suficiente, actuando sin herir los sentimientos ni dañar la dignidad del enfermo.
  8. Cuidar a un familiar dependiente es una de las experiencias más dignas y enriquecedoras; pero, al mismo tiempo, puede ser una experiencia dura y de sacrificio que, en ocasiones, es capaz de llevar al cuidador a un estado de agotamiento físico, emocional y mental que se conoce como el “cuidador quemado” (síndrome Burnout). Por eso conviene que los demás miembros de la familia le den una mano, a fin de también “cuidar al cuidador”.
  9. Hay estudios que demuestran que los cuidadores de enfermos tienen mayor proporción de afecciones que los no cuidadores; las principales son de orden emocional: ansiedad, frustración, depresión, angustia e insomnio, y todo esto se vincula al hecho de que muchos de estos cuidadores tienen que dejar sus trabajos para asumir esta labor, lo que los obliga a limitar su contacto con el entorno social. También inmunodepresión, dolores crónicos y trastornos cardiacos y digestivos. Lo ideal es que se le asigne al cuidador un día a la semana, y al menos un par de horas al día para que pueda salir, descansar o divertirse.
  10. En la Carta del Santo Padre Juan Pablo II a los Ancianos, del 1 de octubre de 1999, se resume:

“Honrar a los ancianos supone un triple deber hacia ellos: acogerlos, asistirlos y valorar sus cualidades”.

TEMA DE LA SEMANA: “CADA ANCIANO ES UNA HISTORIA SAGRADA”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de noviembre de 2022 No. 1426

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