Al emprender la tarea de cuidar a un enfermo de la familia, hay que considerar que, a ejemplo de los siguientes santos —si buen hay muchos más que hicieron lo mismo—, esta obra de misericordia es una oportunidad de santificarse:

  • Los gemelos árabes san Cosme y san Damián, practicando la medicina curaron a muchos enfermos pobres sin cobrarles nada, pidiendo sólo a cambio que les permitieran hablarles brevemente de Jesucristo y su Evangelio.
  • San Martín de Porres, fraile dominico y el primer santo mulato de América, toda su vida se distinguió por atender a los enfermos, con herbolaria y con el don sobrenatural de curación.
  • El obispo san Carlos Borromeo, de Milán, atendió personalmente a los enfermos y moribundos en la larga epidemia de peste de 1576.
  • Santa María de Jesús Sacramentado Venegas, mexicana de Jalisco, fundó 16 casas para atender a enfermos y ancianos.
  • San Damián de Molokai, sacerdote belga, dedicó su vida a atender a los leprosos de dicha isla del archipiélago de Hawaii.

 

Hablan los cuidadores de los ancianos

Los cuidadores de ancianos dependientes se encuentran en una situación de continuo afrontamiento del dolor, debido el deterioro del ser amado al que atienden.

Sin embargo, poder atender a los padres, a los abuelos, al cónyuge, a los tíos, etc., es una oportunidad para ejercer la misericordia a tiempo completo, viviendo el amor de un modo nuevo.

  • Nancy de la Luz Farías Valenzuela es una seglar, viuda, del Movimiento de Schoenstatt y fundadora en Chile del Hogar para Ancianos San Pablo Apóstol, una institución sin fines de lucro. Todo empezó así: “Tuve un sueño precioso en el que la Mater me pedía que dedicara mi vida a cuidar a mi abuelita y la ponía en mis brazos”. Desde entonces y por 30 años se ha dedicado al cuidado de adultos mayores.

“Siento que es una de las cosas más hermosas que he hecho en mi vida, y no la cambiaría por nada del mundo”.

  • Cuando la madre de Inmaculada Hidalgo Serrano enfermó de Alzheimer, ésta se convirtió en su cuidadora. “El camino más rápido y fácil era ingresarla en una residencia de ancianos, pero aposté por cuidarla en casa”, cuenta esta española. Fue difícil. Tanto que, en un momento de desesperación, “quise huir, tener mi vida, y eso me hizo rechazarme a mí misma y pensar que era mala hija y mala persona. Pero decidí que tenía que luchar y cambiar”. Ésta fue la clave: “Aprendí que no consigues nada desde la imposición; se consigue con trucos, se consigue con amor”. Frente a un adulto mayor enfermo, “debemos cambiar nosotros y no ellos”. Su madre murió siendo feliz.
  • Patricia, otra cuidadora, dice por su parte: “Yo cuido a mi padre. Él es paciente renal y debo hacerle las diálisis en casa. Esta enfermedad es bien dura, pero sigo haciendo las cosas con mucho cariño y, de paso, ayudo a mi madre. Dios me puso ahí para ayudarlos y brindarles mi amor”.
  • Arturo Hernández cuenta que una mañana de febrero del 2016 “encontramos a mi papá tirado sobre el piso de su habitación. Apenas pudo platicarnos que al momento de levantarse de la cama para ir al baño, había perdido el equilibrio”.

Su familia lo ayudó a ponerse de pie, lo tranquilizó y lo llevó al baño. “No advertimos las consecuencias de dejarlo solo en ese lugar. Pasaron unos minutos antes de que escucháramos un ruido. Mi papá había sufrido otra caída”. Lo llevaron a un hospital y fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson. Desde entonces, Arturo se ha convertido en su cuidador.

En ello “he encontrado una forma de acercarme desde la entrega, la compasión, el amor y el compromiso, a una persona frágil, a un amigo, a mi maestro de vida: mi papá”.

TEMA DE LA SEMANA: “CADA ANCIANO ES UNA HISTORIA SAGRADA”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de noviembre de 2022 No. 1426

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