La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) aboga por la libertad religiosa y va contra el laicismo
Por Jaime Septién
La colocación, en 2020, de un Nacimiento en el espacio público del poblado de Chocholá, en el Estado de Yucatán, motivó una denuncia ciudadana que ha llegado hasta la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Este acontecimiento ha traído consigo una serie de comentarios y reacciones públicas en virtud de que, si se vota a favor de restringir los nacimientos en espacios públicos, pronto se podría restringir cualquier manifestación religiosa en estos espacios.
No imponer, sino proponer
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha enviado un mensaje sobre este particular. En él, los obispos de México dejan en claro que defienden la libertad religiosa con su expresión individual y social, pero que están en contra del laicismo.
Para los prelados mexicanos, el laicismo (que está detrás de muchas de las propuestas legislativas en el país) lo que busca es la ausencia o la “neutralidad” religiosa en la vida pública de un país mayoritariamente católico.
Recuerdan que en el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se señala que toda persona tiene el derecho, así como “la libertad de manifestar su religión o su creencia individual o colectivamente, tanto en público como en privado”.
Se trata de un derecho “fundante” en cuyo centro, dicen los obispos mexicanos, está la declaración del Concilio Vaticano II de que los valores y la práctica religiosa “no pueden nunca imponerse, pero tampoco pueden dejar de ofrecerse, pues su ejercicio radica en el valor de la dignidad humana”.
Pluralidad en la base
En su mensaje de nueve puntos destaca la mención que hacen los obispos mexicanos sobre el derecho a la libertad religiosa que supone un verdadero Estado laico, es decir, un Estado en cuya base esté la pluralidad y la libertad de creer o no creer.
Acto seguido recuerdan que en México, durante la primera mitad del siglo XX hubo una “corriente política sumamente intolerante” que quiso prohibir “el ejercicio no solo público, sino también privado de la libertad religiosa, así como de culto”.
El resultado de esta “visión autoritaria y equívoca de la función del Estado” fue una sangrienta persecución que derivó en la llamada Guerra Cristera cuyo saldo final fue de cerca de 250,000 muertos y unos “arreglos” que han hecho vivir a la Iglesia católica siempre bajo sospecha.
Una enseñanza de la Iglesia que ha sido defendida por san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco es que el verdadero Estado laico no puede ser comprendido como la ausencia o la falsa neutralidad de lo religioso: el Estado laico está llamado a promover el diálogo y la participación cultural de la religión en la sociedad.
Laicidad positiva y colaborativa
El documento termina recordando los términos de laicidad positiva que acuñó el presidente de Francia en 2007, Nicolás Sarkozy, y de laicidad colaborativa (que definió el Secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolín en México) y que tienen como fondo el que las religiones “tienen manifestaciones concretas que no se pueden negar”.
“México necesita unidad, paz. Esto surge del encuentro de nuestra vida más allá de los valores meramente instrumentales”, sentencian los obispos quienes piden abrir caminos para el diálogo y el encuentro “en la búsqueda de un sentido común, ordenado por los valores más profundos del ser humano”.
Publicada en Aleteia el 8 de noviembre.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de noviembre de 2022 No. 1427