El valor del hombre —varón o mujer— no está en su edad, sino en que fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 26), es decir, que tiene cualidades únicas respecto de las demás criaturas: es capaz de amar, de razonar, y tiene voluntad propia.
Sin embargo, cuando una legislatura inscribe en la Constitución de una región o país que toda vida humana debe ser protegida desde el instante de su concepción hasta su muerte natural, aparecen las protestas y controversias judiciales, a fin de derogar el derecho a la vida.
La eliminación de los adultos mayores es una práctica frecuente en naciones de “primer mundo”, pues se considera que son una carga para los familiares y para el Estado, y que su vida ya no es digna.
En Bélgica se mata cada año a unas mil personas vía eutanasia sin el consentimiento de éstas.
En Holanda, el 25% de las muertes ocurren por eutanasia. Casi la mitad de éstas son por decisión de los familiares, que ni siquiera preguntan a sus ancianos, aunque éstos se encuentren en situación de decidir; debido a esto, desde hace ya 20 años hay un éxodo de adultos mayores, que huyen de ese país.
En otros lugares no es tan raro que en hospitales se practique la sedación profunda, que no es sino una forma de eutanasia enmascarada. En Estados Unidos suele hacerse con altas dosis de morfina.
Investigadores de Canadá han desarrollado el software Predictions for Elder-Life in the Community Tool, para predecir la muerte de los ancianos con unos seis meses de antelación, a fin de incrementar la presión sobre los adultos mayores y sus familias para que opten por la eutanasia.
A los ojos de Dios
En Dios se halla la fuente de la vida (Salmo 36, 9). Puesto que Él es el Dueño, nadie tiene el derecho de quitársela a otro ser humano ni a sí mismo; el mandamiento divino es clarísimo: “No matarás”
(Éxodo 20, 13).
Tampoco es lícito a los ojos de Dios poner fin a una vida humana cuando su muerte es inminente o inevitable. Cuando el rey Saúl fue herido mortalmente en batalla y pidió a su escudero que lo matara, el escudero se negó a hacerlo (I Samuel 31, 3-4).
Es que “ningún hombre es dueño del soplo de vida, nadie puede disponer del día de su muerte” (Eclesiastés 8, 8); la eutanasia y el suicidio asistido son intentos del hombre de usurpar la autoridad de Dios.
¿Qué hacer entonces?
El Señor enseña en su Palabra cómo ha de ser el respeto y el cuidado cristiano hacia los adultos mayores:
- “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; teme a tu Dios. Yo, Yahveh” (Levítico 19, 32)
- “Al anciano no le reprendas con dureza, sino exhórtale como a un padre (…); a los ancianas, como a madres (…). Si una viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a practicar los deberes de piedad para con los de su propia familia y a corresponder a sus progenitores, porque esto es agradable a Dios”
(I Timoteo 5, 1-3).
- “Hijo mío, empéñate en honrar a tu padre; no lo abandones mientras tengas vida. Aunque su inteligencia se debilite, sé comprensivo con él (…). Socorrer al padre es algo que no se olvidará; será como ofrecer sacrificios por los pecados (…). El que abandona a su padre ofende al Señor” (Eclesiástico 3, 12-16).
TEMA DE LA SEMANA: “CADA ANCIANO ES UNA HISTORIA SAGRADA”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de noviembre de 2022 No. 1426