Aunque la mayoría de las naciones ya no tienen reyes ni reinas, la mayoría de la gente comprende las implicaciones del término. Los reyes y reinas humanos ejercen una autoridad soberana por derecho de nacimiento, no necesariamente por excelencia personal. Cristo no solo tiene autoridad y poderes divinos, sino excelencia y santidad personal, que sobrepasa a todas las criaturas. Así, en su encíclica Sobre la fiesta de Cristo Rey, el Papa Pío XI explica:
Durante mucho tiempo ha sido una costumbre común dar a Cristo el título metafórico de «Rey», debido al alto grado de perfección con el que supera a todas las criaturas. De modo que se dice que reina «en el corazón de los hombres», tanto por la agudeza de su intelecto como por la extensión de su conocimiento, y también porque es la verdad misma, y es de él de quien la verdad debe ser recibida obedientemente por toda la humanidad. Él reina, también, en la voluntad de los hombres, porque en él la voluntad humana fue perfecta y enteramente obediente a la Santa Voluntad de Dios, y, además, por su gracia e inspiración, somete nuestro libre albedrío de tal manera que nos incita a lo más nobles esfuerzos.
La carta encíclica Quas Primas del Sumo Pontífice Pío XI sobre la fiesta de Cristo Rey la puedes leer en este enlace.
Con información de EWTN