A la Memoria del P. Luis Landaverde
Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
También los Robles mueren vetustos y enhiestos como tú, Padre Luis. Tu vida fue un glorificar al Señor con la grandeza del humilde y la alegría del alma fiel, con el silencio del corazón a la escucha del Maestro interior. Tu alma sacerdotal, verdor de esperanza, alentó aspirantes a seminaristas como Director de la Escuela Apostólica, Prefecto de Disciplina y Vicerrector del Seminario Diocesano de Santa María de Guadalupe.
Fuiste Rector del Santuario de Santa María de Guadalupe o de la Congregación como señero guardián de la celestial Patrona, Nuestra Señora Santa María de Guadalupe.
Las parroquias recibieron el calor sereno de tu caridad ministerial: ahí están Purísima de Arista de la jurisdicción de Jalpan, la Parroquia de San Juan del Río, la de Santa María Amealco, la Inmaculada Concepción de Hércules, de San Francisco de Colón. Rector del Templo de Santo Domingo de San Juan del Rio y después adscrito al mismo templo ya constituido en Parroquia del mismo nombre.
Fuiste Secretario Canciller de la Curia de la Diócesis de Querétaro, Maestro de Ceremonias de Catedral y Maestro de diversas asignaturas en ambos Seminarios, Menor y Mayor.
Cómo no recordar a tus maestros insignes y virtuosos que te cultivaron, como Mons. Salvador Septién, Ezequiel de la Isla, Honorato Herrera, Rafael Herrera, Salvador Berumen y otros.
Fuiste Roble firme y obediente a tus Obispos: Marciano Tinajero, Alfonso Toriz, Mario de Gasperín, Faustino Armendáriz, Fidencio López quien te cerró los ojos y hoy 15 de noviembre del 2022 te ofreció en y con Jesucristo Sacerdote como Víctima agradable al Señor en tu solemne funeral en la iglesia de Santo Domingo que conocía tus pasos y tus últimas acciones ministeriales, en compañía de tus hermanos sacerdotes que te admiramos por tu sencillez, tu calidez de trato, tu inteligencia despierta, tu ejemplo admirable de pastor entre pastores.
Te admiramos, Padre Luis, Roble enhiesto, que surcaste los cielos del amor sacerdotal en esta tierra donde fuiste plantado.
Damos gracias al Dios Omnipotente Sembrador de Robles, abedules, de encinas y de toda clase de árboles, quien te escogió y te plantó para esta nuestra tierra de santuarios, templos, parroquias, y capillitas que rezuman amor a Jesucristo y a su Santísima Madre.
Bendecimos tus ramas, manos benditas que consagraron el Cuerpo de Cristo y nos administraron los demás sacramentos de gracia y de salvación.
Cantamos tu partida al Paraíso eterno llorando la elegía de la separación.
Gracias por tu palabra clara, serena y firme, carne de Aquél que es la Palabra.
Llegaste a la madurez humana, sacerdotal y de pastor, a la altura que te correspondía como Roble vetusto de 96 años.
De tu altura descendiste con los más humildes y necesitados; fuiste amigo jovial de todo sacerdote, principalmente de tus Vicarios, como el P. Guadalupe Martínez, Benjamín Vega, Reynaldo y otros.
Estuviste lejano a la palabra hueca que emponzoña el corazón del hombre.
Oramos para que te sumes al Magnificat eterno de Santa María, por todos los dones que te concedió el Señor, para su gloria y en favor de esta Iglesia de Querétaro, particularmente de nosotros sacerdotes que necesitamos siquiera un poco de tu altura, verdor y tu firmeza de Roble. Amén.