Por P. Fernando Pascual
Los comentarios que hacemos al salir de misa pueden ayudarnos a reconocer dónde estuvo nuestro corazón durante este sacramento.
Así, a veces al salir de misa decimos: “la iglesia estaba muy caliente. Estuve sudando casi todo el tiempo”. O comentamos: “una persona estuvo casi toda la misa viendo sus mensajes en el móvil”.
Otras veces, nuestros comentarios son parecidos a estos: “el Evangelio de hoy parece pensado a mi medida”. “La homilía del padre me hizo ver que tengo que mejorar mi oración”.
El primer tipo de comentarios pueden ser señal de que lo que más nos preocupó durante la Eucaristía era nuestra situación física, o lo que vimos hacer por otros y provocó disgusto.
El segundo tipo de comentarios, por el contrario, parecen indicar que la misa entró en nuestras almas en profundidad y dejó un mensaje que todavía estamos rumiando.
Es cierto que un comentario hecho a un familiar o a un amigo no desvela todo lo que cada uno vive al participar en la misa. Pero también es cierto que ese comentario puede ayudarnos a ver hasta qué punto la ceremonia ha “tocado” nuestras vidas.
Lo importante, sean cuales sean nuestros comentarios, consiste en aprovechar cada Eucaristía como lo que es: un momento para participar como miembro de la Iglesia en el misterio pascual de Cristo, muerto y resucitado por mí.
Cuando participamos intensamente en ese momento clave de nuestra vida cristiana, sobre todo los domingos, la misa se convierte en un auténtico encuentro con Dios y con los hermanos, en un tiempo de gracia y de transformación interior.
Por eso, hemos de pedir a Dios la gracia de que cada Eucaristía sea un auténtico sacramento, una experiencia que transforme nuestras vidas.
Ello se notará, de modo espontáneo, en el modo de pensar, de sentir y de hablar cuando salimos de la puerta de la iglesia y compartimos algo de nuestro corazón a quien camina a nuestro lado…