Por P. Fernando Pascual
Quisiéramos cambiar las leyes laborales, la eficiencia de los hospitales, la limpieza de los ríos, las reacciones de algunas personas.
Luego, encontramos muros que nos hacen sospechar que todo seguirá igual, que los cambios parecen imposibles, que ha llegado la hora de la resignación.
Sin embargo, la historia nos enseña que ha habido épocas de cambios profundos, que las cosas pueden ser de otra manera.
De ahí surge la pregunta: ¿podemos emprender acciones concretas que puedan mejorar un poco el mundo en el que vivimos?
La pregunta implica, por un lado, que existan márgenes de acción que permitan buscar metas concretas y buenas, aunque haya dificultades no pequeñas.
Por otro lado, que tengamos más o menos clara la idea de que la situación puede mejorar si logramos objetivos alcanzables.
De todos modos, los márgenes de acción que tenemos a nuestro alcance son muy reducidos, sea porque existe un excesivo control político sobre la gente, sea porque muchos no quieren meterse en problemas y aceptan el “status quo”.
Además, no todos están de acuerdo en que tal o cual propuesta mejorará la situación. Con frecuencia, incluso, compiten entre sí propuestas antagónicas, defendidas desde lados diferentes de las “barricadas”…
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Dejamos que el mundo siga su curso, dirigido por poderosos que, tal vez, no tienen claro a dónde quieren llevar a la humanidad?
No podemos paralizarnos ante esas preguntas. Cada uno de nosotros tiene márgenes de acción, aunque parezcan insignificantes, con los que puede acometer tareas concretas para mejorar las cosas.
A veces será algo tan sencillo como resolver un problema entre familiares, o disponer mejor el uso de los aparatos eléctricos de la casa.
Esas acciones, aparentemente insignificantes, abren procesos de cambios hacia lo mejor en personas concretas, lo cual puede iniciar una cascada de reacciones que poco a poco cambien a más personas.
Entonces, nuestros deseos de cambios llegan a resultados concretos que, así lo esperamos, permitan a otros alcanzar mejoras importantes en sus vidas.
Entre esas mejoras no podemos olvidar una que sirve para el presente y para lo eterno: que se abran los corazones a un Dios que, de modos sorprendentes, dirige los caminos de la historia humana…
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay