EDITORIAL
Han salido a la luz las memorias del obispo Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI. Muchos quieren ver en este testimonio “la división” entre el Papa Francisco y el Papa Emérito. Ciertamente, Gänswien narra algunas controversias entre ambos modos de entender el Papado y decisiones que tomó Francisco que, aparentemente, no fueron del agrado de Benedicto XVI. Pero esto es normal, absolutamente normal. Muestra la riqueza de la Iglesia, su flexibilidad, su capacidad de diálogo incluso en una situación inédita como la de dos Papas viviendo en el Vaticano.
Francisco ha sido muy claro al subrayar una y otra vez que el clericalismo es un mal de la Iglesia; una forma de pensamiento único que divide entre nosotros y ellos; entre los buenos y los malos. En el Ángelus en la Plaza de San Pedro, el domingo pasado, recordó que estamos llamados a ejercer esta justicia misericordiosa en las relaciones con los demás. “No dividir, sino compartir. Hagamos como Jesús: compartamos, llevemos los pesos los unos de los otros, en vez de chismorrear y destruir, mirémonos con compasión, ayudémonos mutuamente. Preguntémonos: ¿yo soy una persona que divide o que comparte? Reflexionemos: ¿soy un discípulo del amor de Jesús o un discípulo del chismorreo que divide? El chismorreo es un arma letal: mata, mata el amor, mata la sociedad, mata la fraternidad. Preguntémonos: ¿soy una persona que divide o una persona que comparte?”
Preguntas esenciales que cada uno debemos hacernos como discípulos de Jesús.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de enero de 2023 No. 1436