“Ha muerto un santo, un loco de Cristo”, así lo despiden sacerdotes, fieles y testigos de su obra y que inició hace más de 30 años en Palermo, Italia. El Vaticano lo recuerda también.
Por Ary Waldir Ramos Díaz
La muerte del misionero laico Biagio Conte entristece, especialmente a los más pobres de Palermo, Italia, quienes venían a rezar por su salud en su domicilio convertido en habitación de hospital, todos los días a las 12 y a las 18 horas, dirigidos por el padre Pino Vitrano. Así, los últimos y los voluntarios acompañaron al misionero laico a su encuentro con el Señor, a las 7 de la mañana del jueves 12 de enero.
Fieles, ateos, hombres y mujeres de Iglesia; a la unanimidad añoran la sonrisa cálida del misionero laico que ha fallecido a los 59 años de edad, tras luchar durante meses contra un cáncer al colon. «El ángel de los últimos de Palermo», lo llama el servicio de información del Vaticano.
«Ha muerto un santo, un ‘loco’ por Cristo, un san Francisco de nuestros días», así lo despidió fray Emiliano Antenucci, rector del Santuario dedicado a la Virgen del Silencio, en sus redes sociales.
En efecto, el hermano Conte decidió a los 26 años de edad que debía ayudar a las personas con hambre en su pueblo. Por ello, fundó en 1993 la «Misión Esperanza y Caridad», que asiste y acoge a más de 600 personas sin hogar y migrantes en una docena de estructuras. Nació en una familia acomodada.
Ermitaño y peregrino
El joven se convirtió en ermitaño y peregrino cuando una voz le dijo que una sociedad que abandona a los más débiles está destinada a la autodestrucción. De ahí, comenzó a sentirse cercano a Jesús y al legado de San Francisco de Asís.
El 15 de septiembre de 2018, el Papa Francisco, de visita en la capital siciliana, almorzó en la sede histórica de su Misión, junto a pobres, migrantes y refugiados.
Su estado había empezado a empeorar poco antes de Navidad: el 30 de diciembre, el Hermano Biagio, para entonces postrado en cama, había recibido la visita del arzobispo de Palermo, Corrado Lorefice, y del cardenal Paolo Romeo, arzobispo emérito. A finales de diciembre, los médicos habían suspendido el tratamiento.
La vocación
Biagio Conte nació el 16 de septiembre de 1963, creció en la opulencia de una sociedad consumista en Palermo, isla de Sicilia. Biagio fue testigo en los años ochenta de una guerra en su ciudad: era la guerra mafiosa donde morían inocentes y delincuentes, en la batalla por el territorio desatada por la mafia de Riina contra el Estado. Las injusticias, sumen a Biagio en una crisis de conciencia cada vez más aguda.
A los 26 años, deja todo, como San Francisco de Asís
«Empecé, a buscar la verdad, la verdadera libertad y la verdadera paz. Y el instinto de vida acaba imponiéndose. El 5 de mayo de 1990, a la edad de 26 años, decidió desvincularse «del mundo materialista y consumista», contaba.
Regaló todo lo que poseía y, con sólo la ropa que llevaba puesta, dejó atrás la ciudad y se refugió en la naturaleza. Durante más de un año vaga por los bosques y montañas de Sicilia viviendo como un ermitaño, alimentándose de bayas y hierbas.
Así se libera de las necesidades materiales y aprende que se puede vivir sin nada, que la verdadera esencia de la vida no era consumir bienes, sino vivir en armonía con la naturaleza, con los «hermanos» gitanos, desheredados, sin techo, y, especialmente con Dios.
Entonces, un día, conoce a un pastor que le confía su rebaño y le regala un perro. El hijo del pastor le regala el libro de Hermann Hesse sobre la vida de San Francisco. Para él fue como una iluminación: «Empecé a sentir cada vez más que Jesús me llevaba consigo a vivir una experiencia que más tarde daría un vuelco a toda mi vida».
Casi muere y el peregrinaje a Asís
Un día, perdido en las montañas bajo la nieve, casi muere congelado. Es rescatado por el pastor que lo lleva a la ermita de San Bernardo en Corleone, donde hay una comunidad de frailes que practican las reglas franciscanas de los orígenes. Aquí conoce al hermano Paolo, que le habla de San Francisco.
Así que decidió hacer un viaje, a pie, hasta Asís. Ante la tumba del Pobrecito, pensó antes de ir a África, «y en cambio me sentí devuelto a la ciudad a la que ya no quería volver. Jesús quiso que la Misión naciera en las mismas calles de Palermo». Por años se ocupó de ayudar a mendigos, sin techo, migrantes y refugiados.
Milagro en Lourdes
En los años siguientes, el san Francisco de nuestros días, Biagio Conte, que hizo muchas veces huelga de hambre, en una cueva de ermitaño, y largas peregrinaciones a pie, tuvo a menudo problemas de salud. Durante varios años pasó sus días en silla de ruedas. Algunas vértebras aplastadas le daban mucho dolor.
Pero el 16 de enero de 2014, su comunidad anunció que el hermano Biagio volvía a caminar desde el verano anterior, gracias a una curación aún inexplicable científicamente, que se produjo tras un baño en las aguas de Lourdes, reconstruyó el servicio de información del Vaticano.
La misión
El san Francisco de nuestros días ha dejado una Misión que ofrece asistencia médica, legal y social. La asistencia de la Misión del Hermano Biagio se dirige también a las numerosas familias indigentes que viven en los barrios más pobres de Palermo. En la actualidad hay más de 300 familias que reciben ayuda. Y no faltan las misiones nocturnas para ayudar a los sin techo.
Algunas de sus frases más recordadas:
A lo largo de su vida, Biagio Conte fue protagonista de numerosas batallas en defensa de los más débiles, los pobres y los indigentes. Hasta el final, dirigió palabras llenas de esperanza, incluso en las horas más difíciles.
- «Dirijo un grito desesperado pero esperanzado a toda la sociedad, no podemos permanecer como espectadores impotentes ante las numerosas dificultades, sufrimientos y marginaciones».
- «Esta es la respuesta correcta: ayudemos a nuestros semejantes, a los más pobres; los pobres necesitan a los ricos, pero los ricos también necesitan la ayuda y el trabajo de los pobres».
- «Basta ya de que Italia vuelva a construir armas, sino instrumentos de trabajo: hermanos políticos y autoridades, les invito a cambiar su modo de vivir y de gobernar: poniendo así en práctica el don de ser verdaderos constructores de Paz».
- «Dice el buen Dios: ‘ayuda, corrige y reprende a los que están en el error y así será posible su conversión a través de ti, pero si no le dices al pecador -dice el buen Dios- que está pecando, te cargarás con el pecado de los demás’. Como dicen en la tierra de Sicilia, «no seamos los omertosi (en italiano, se refiere a los que se hacen la vista gorda, sobre todo por los delitos de la mafia), es decir, vemos y no hablamos y no intervenimos».
- «Hago un llamamiento para que no se juzgue a los presos y ex presos como la causa de todos los males».
- «Querida y amada humanidad: ánimo, no perdamos la preciosa esperanza de un mundo mejor y más justo. Lo siento en mi corazón, gracias al buen Dios, para animar a esta sociedad que sufre y a cada ser vivo, a cada hombre y mujer de esta tierra, ayudémonos mutuamente a reconstruir juntos la paz y la verdadera esperanza».
- «¡Buen trabajo! Recemos y esperemos: que cada profesión contribuya al Bien Común y madure así una verdadera y justa «conversión al Buen Dios, es decir, al Bien» para contrarrestar el mal con el bien».
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de enero de 2023 No. 1437