Por P. Fernando Pascual
Algunos piensan que el mundo moderno es relativista, pero numerosos juicios y valoraciones sobre hechos del pasado y del presente van claramente contra el relativismo.
Porque hoy en día una multitud enorme de personas considera que en diversas guerras unos Estados tendrían la razón y, por lo mismo, serían “buenos”, mientras que otros Estados actuarían desde la injusticia, y por eso serían “malos”.
En algunos lugares, además, existe una fuerte presión para que nadie defienda a los considerados públicamente como Estados y gobiernos “malos”. No faltan lugares donde existe penas administrativas, incluso también la cárcel, para quienes digan lo contrario.
Este fenómeno muestra cómo pervive hoy una mentalidad muy sensible hacia lo que habría que considerar objetivamente como bueno y como malo. Según esa mentalidad sería falso, incluso injusto, declarar que los “malos” sean “buenos” o que los “buenos” sean “malos”.
Esa mentalidad encuentra, en ocasiones, serios problemas a la hora de establecer los parámetros que permitan distinguir entre buenos y malos. Para algunos, el gobierno que inicia un conflicto sería automáticamente malo, y el que se defiende, bueno.
Pero ocurre en no pocas ocasiones que los que luchan a favor del gobierno declarado como bueno cometen delitos de guerra al asesinar a soldados enemigos que se rinden, al usar armas químicas sumamente dañinas, o al aprovechar la situación para una represión interna que iría contra derechos humanos fundamentales.
Al mismo tiempo, entre quienes luchan a favor del gobierno declarado como malo (los funcionarios y los soldados del Estado invasor) puede haber comportamientos éticos justos, por ejemplo un extraño respeto a los prisioneros del bando contrario y un buen trato a la gente de los territorios ocupados.
Que existan este tipo de situaciones no destruye el criterio básico a la hora de emitir valoraciones sobre unos y otros: es bueno todo comportamiento que está de acuerdo con la justicia y el respeto a los derechos fundamentales; es malo todo comportamiento que vaya contra la justicia y contra derechos fundamentales.
Constatar la arrolladora adhesión a ese criterio básico muestra que, en el fondo, ningún relativismo radical llega a ser aceptado por las sociedades, y que siempre resulta importante cualquier esfuerzo serio por encontrar caminos para distinguir adecuadamente entre lo malo y lo bueno a la hora de hacer juicios y valoraciones sobre hechos del pasado y del presente.