Por P. Fernando Pascual

Quizá alguien haya inventado la palabra “ninformación”, poco usada por ahora, para referirse a la enorme cantidad de aspectos importantes que no aparecen en los medios informativos. Más común resulta hablar de “no-información”, pero “ninformación” pretende tener un sentido más amplio.

En el mundo se producen una cantidad incontable de hechos. Muchos de ellos son prácticamente inasequibles: nadie puede saber lo que ocurre a las 10 de la mañana a 10 mil metros de profundidad debajo de su casa.

Otros hechos serían asequibles para algunos, pero resulta difícil llegar a conocerlos. Por ejemplo, lo que dialogan por la tarde los miembros de una tribu aislada, o lo que comerá esta noche uno de los muchos murciélagos que giran en el parque.

Cada hecho, por insignificante que parezca, contribuye de algún modo en la marcha de los acontecimientos que se suceden en la historia de nuestro planeta. Al mismo tiempo, hechos “externos” a la tierra, como una tormenta en la superficie del sol, tienen sus repercusiones entre nosotros.

Lo que resulta inalcanzable es reunir y comprender todos los hechos pequeños o grandes que rodean nuestra existencia, desde que fuimos concebidos hasta que llegue el momento de la propia defunción.

Reconocer lo anterior implica superar el mito de que estamos bien informados, porque solo una persona estaría bien informada de verdad cuando fuese capaz de tener ante sí todos los hechos que se entrecruzan en su propio camino y en el camino de la humanidad.

Es cierto que están a nuestro alcance muchas informaciones, esperamos que verdaderas, que luego podemos tener en cuenta a la hora de decidir si saldremos o no saldremos de excursión, si comeremos más o menos naranjas durante la semana, si viajaremos en el metro o en el autobús.

Pero nunca podremos estar seguros de tener una información universal, porque ello es imposible para la mente humana y para los aparatos electrónicos más sofisticados que tenemos a nuestra disposición.

La ninformación, por lo tanto, se convierte en algo que acompaña continuamente nuestras vidas. Millones de hechos y datos desconocidos explican por qué empezaré a sentir un dolor de cabeza, por qué un amigo mío ha resbalado al cruzar la calle, y por qué un político hoy ha sido más honesto que ayer.

Vivir rodeados de ninformaciones no significa dejar a un lado informaciones válidas (aunque insuficientes) sobre las personas, los animales, los vientos y las tecnologías que nos rodean. Esas informaciones, cuando son verdaderas, permiten comprender un poco más el mundo que nos rodea.

Pero por más precisas y válidas que sean, las informaciones no podrán nunca comprender el mundo como un todo, porque las ninformaciones serán siempre más numerosas, más complejas y más inasequibles a la mente humana…

 

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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