Por P. Justo López Melús
ALIVIO DE CAMINANTES
Dios se sirve del hombre para realizar sus planes. Dios no quiere hacer en mi lugar lo que yo soy perfectamente capaz de hacer por mí mismo.
Un sacerdote preparaba un sermón sobre la Providencia. Entonces reventó una presa y empezaron a evacuar a la gente. El sacerdote pensó: «No debo huir como los demás, debo confiar, practicar lo que predico».
Cuando ya llegaba el agua a su ventana, pasó una barca y le gritaron:
–¡Salte, padre!
–No hijos míos, yo confío en la Providencia.
El agua subió, pasó otra barca, lo llamaron, pero se negó otra vez. Se subió al campanario, fueron a rescatarlo y no aceptó- «Dios no puede fallarme», se decía. Cuando se ahogó y fue al cielo, se quejó ante Dios:
–¿Por qué no hiciste nada por salvarme?
–Bueno, te envié tres botes, ¿no lo recuerdas?
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de febrero de 2023 No. 1442