La pasión de Cristo (2004):
Obra maestra conmovedora y nada devota que puede ayudar en estos días tanto como cualquier lectura o pieza musical; puede ser más cercana al público joven que un Stabat Mater (poema medieval datado en el siglo XIII) o una Pasión de Bach. Basada en los Evangelios y en las revelaciones privadas de Emmerich y María de Ágreda, así como en el rostro de la Sábana Santa, tiene los matices propios de Gibson: naturalismo puro que apuesta por los idiomas originales y por la atención gore a los suplicios de Cristo; sangre que salpica la pantalla, pero también visión mariana y un mensaje claro: Cristo hace nuevas todas las cosas.
Ben-Hur (1959):
Una de nuestras favoritas. La joya de los amantes del cine clásico y del arte total. Colosal y a la vez íntima. Es una de esas cintas que hay que ver como mínimo cinco veces antes de morir. Cuenta las relaciones entre el romano Messala y el judío Ben-Hur mientras Jesús está en la tierra; un Jesús que no vemos directamente pero que marca toda la vida del protagonista y de su familia. Un Cristo que cambia la vida de las personas y que salva al mundo mientras este se entretiene con sus luchas de poder. ¿Hay alguien que no recuerde la memorable carrera de carros?
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de abril de 2023 No. 1447