Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Vivimos sumergidos en un mar de tensiones de toda índole. Naciones que se amenazan implícitamente con bombas nucleares cuyo alcance acabaría con la humanidad bajo la tempestad de rayos gamma y neutrones; en una palabra, destrucción en cadena imparable.

Nuestro hogar, el planeta azul, se ve amenazado con catástrofes de grandes proporciones. Se ignoran olímpicamente los avisos para detener las contaminaciones del aire, del agua y de la destrucción de la naturaleza. Los caprichos ideológicos, el economicismo rampante y la inconciencia generalizada, nos han introducido en un declive difícil de detener.

Se han dado avances impresionantes en la genética. El genoma humano nos abre a grandes posibilidades para la salud, el conocimiento detallado del ADN; pero también el temor de manipular este código genético con imprevisibles consecuencias.

A esto sumamos una sociedad global, insaciable consumidora de emociones de alegría, de tristezas, de enojos, de indignaciones, de recelos y de fatigas, porque no se descansa de modo que el espíritu se expanda hacia la paz. La vida gira en espera de novedosos y atrayentes deseos y emociones. A veces sucede, como dice Quevedo ‘un breve descanso más cansado’.

Las tensiones se agravan para el creyente cuando se ve obligado a nadar contra ambientes agnósticos o secularizados, verdaderamente desconcertantes y paralizantes.

Se percibe una desesperanza cuando los malvados prosperan por las manipulaciones del líder político que ofrece el pensamiento único y determina lo que sea verdadero, bueno y justo, y cuya fuerza es la mentira y los sofismas más burdos.

Ante este panorama, Jesús resucitado, nos descubre un horizonte nuevo: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14, 1-12).

Él es el Camino que nos conduce a adentrarnos en el misterio del Padre, principio y término de nuestros andares. Si hoy muchos se quedan sin camino hacia Dios, Jesús es ese Camino a seguir, desde y con su humanidad santísima: ¿cómo es él? Es con su pensar, orar y vivir, nuestro Camino. El cristianismo sociológico, no es Jesús. Es Camino necesario para encontrarse con el Padre, que nos acoge y nos arropa en su misterio. Muchos otros caminos, aún devotos, pueden ser evasiones.

Cristo Jesús al ser Dios, él es la Verdad y la Vida; al hacerse hombre es el Camino para obtener la Vedad y la Vida.

Los primeros cristianos, conciben a Jesús como ‘el Camino’, como consta en la carta a los Hebreos. Es Jesús una forma nueva de vivir la Verdad y para encontrar una esperanza con sentido de Vida.

Si somos ‘Iglesia’, hemos de parecernos a Jesús. Es lo que más falta a nuestro mundo confuso y complicado; la sencillez de Jesús, su cercanía, su calor, su humanidad.

Si el es la Verdad, es en su mismo ser ‘la Explicación’,’ la Exégesis,’ ‘la Hermenéutica’ sobre quién es Dios, quién es la persona humana, y qué es la realidad en su sentido último y no periférico.

Cristo es la Vida, que nos capacita para la ‘comunión de personas’; si encontramos a Cristo hemos encontrado la Vida en él: así se vive la existencia, con claridad y gran generosidad.

En verdad, Cristo Jesús es el Camino a seguir, la Verdad a proclamar, la Vida a vivir.

 

Imagen de un-perfekt en Pixabay


 

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