Por Sergio Ibarra

La palabra vocación proviene del latín vocatio del sustantivo vocare que significa llamar,  con el sufijo tion: el llamado hacia un determinado fin. La docencia ejerce la vocación de enseñar y formar con sentido. Un sentido originado por la asignatura impartida, pero el mayor reto es cumplir la encomienda de su misión: ayudar a sus aprendices a descubrir sus vocaciones.

Octavio Paz (1914-1998) en relación a las vocaciones nos dice: “Las vocaciones son misteriosas: ¿por qué aquel dibuja incansablemente en su cuaderno escolar, el otro hace barquitos o aviones de papel, el de más allá construye canales y túneles en el jardín o ciudades de arena en la playa, el otro forma equipos de futbolistas y capitanea bandas de exploradores, o se encierra solo a resolver interminables rompecabezas? Nadie lo sabe a ciencia cierta; lo que sabemos es que esas inclinaciones y aficiones se convierten, con los años, en oficios, profesiones y destinos”.

Descubrir las vocaciones y guiar para su cultivo distingue a quién forma, de quien se queda en enseñar. Los dilemas en la docencia de nuestro tiempo incluyen el uso y aplicación de  herramientas pedagógicas tecnológicas digitales e informáticas inéditas, incluidas las aprendidas durante la pandemia. El mundo educativo tuvo que, por parte de la docencia, aprender a emplearlas al margen de su asignatura a enseñar y por el otro, aprender con ellas el conocimiento y su aplicación. Uno de los desafíos ya no solo es enseñar, sino hacerlo con estos recursos.

Las tecnologías no descubren llamados internos. En medio del alud de información del Internet, sesiones a distancia, carencia de hábitos de lectura y disertación fundamentada, la docencia enfrenta al dilema de inculcar curiosidad. Según la Real Academia, es aquel adjetivo que designa a quien se inclina a aprender lo que no conoce.  La curiosidad está en todas partes: su presencia o su ausencia demuestran ser el ingrediente mágico para desbloquear los misterios de la humanidad. Con ella el hombre explicó porque unos cuerpos flotan y otros no, se lanzó al mar y se dio cuenta de que la tierra no era plana o que da vueltas al sol y no al revés o como el llegar a la luna. La curiosidad es fuente de inspiración y poder.

Sumaría un último dilema, ¿Podemos formar al prójimo sin dar y ser ejemplo? Decidir ser un auténtico portador de valores, ser el molde en donde se fusionan aquellos valores que forman la moral y el espíritu.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de mayo de 2023 No. 1454

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