Por Sergio L. Ibarra
La Real Academia define manipular: “Intervenir con medios hábiles y arteros en la política, en el mercado o en la información con distorsión de la verdad o la justicia al servicio de intereses particulares”. El pasado 2 de agosto el presidente de la República dijo: “los nuevos Libros de Texto Gratuitos serán distribuidos para el ciclo escolar 2023-2024 debido a que no hay ningún impedimento legal”.
Estaría en la razón si no existiese una orden de una jueza federal que dio un plazo de 24 horas para cumplir con la orden de no distribuirlos, exigió a la Secretaría de Educación Pública (SEP) someter a consulta de especialistas y gobiernos estatales los nuevos libros antes de su distribución, en caso de no comprobar los procedimientos legales para renovar de su contenido, debía detener la entrega y utilizar los materiales anteriores.
Estaría en la razón de no haber omitido realizar pruebas piloto para un asunto tan serio, con una evaluación del contenido y detalle de los programas de estudios para cada grado. No solo son cambios en los libros, implica a la columna vertebral educativa. No es de extrañar que López Obrador promueva, una vez más, su gran legado: la destrucción del activo más importante de los mexicanos: el Estado de Derecho.
Los riesgos
Lo delicado es la intención que está detrás de estos hechos. Una de las frases contenidas es la siguiente: “La educación es un acto político para la transformación de las consciencias”, un enunciado que vincula a la educación de nuestras niñas y niños con una ideología que no todos compartimos, fomenta conciencias que desprecien el progreso y las induce hacia la pobreza.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirmó que los riesgos detectados podrían empeorar el rezago y deserción escolar, ocasionado por la pandemia, y entorpecer el avance de secundaria a media superior. El siguiente paso será imponer programas a universidades y preparatorias públicas.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) publicó en 2022 que de 83 países evaluados, México ocupó el lugar 81 en matemáticas, lectura y ciencia. Concluyó que 65% de los estudiantes mexicanos son incapaces de resolver problemas matemáticos. No vaya ser que pretendan formar ingenieros que no sepan resolver ecuaciones diferenciales.
Se omite lo que existe desde 1960, libros de matemáticas y de español. Los maestros enseñarán con proyectos que elegirán discrecionalmente y sin marcos de referencia, salvo los que imponga la SEP. Se cancela la enseñanza esencial de todo nivel educativo: el razonamiento lógico de las matemáticas que desarrolla el hemisferio izquierdo del cerebro, que es para el aprendizaje, lo que los pedales a una bicicleta.
¿Querían dividir al país? Concedido, jóvenes llegarán a la preparatoria sin saber geometría, ni álgebra y otros que sí, los egresados de escuelas privadas.
¿Qué diría Vasconcelos, el gran mexicano que sembró las semillas de la educación de la nación? Muy lejos se encuentra la actual titular de la SEP Federal de ni siquiera, como dirían los abuelos, llegarle a las suelas de sus zapatos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de agosto de 2023 No. 1466