En la solemnidad de Pentecostés el Papa Francisco recuerda los peligros de encerrarnos en nosotros mismos y ofrece el remedio para salir de esta situación y seguir adelante.
Por Mireia Bonilla – Vatican News
Este mediodía durante el Regina Caeli, tras celebrar la Santa Misa en la Fiesta de Pentecostés, el Papa Francisco ha reflexionado a cerca de la cerrazón del corazón. Para ello ha recordado lo que dice el Evangelio hodierno según Juan, que relata cuando los apóstoles se habían refugiado después de la muerte de Jesús en el Cenáculo llenos de miedo y angustia. El Resucitado, en la tarde de Pascua, se presenta diciendo: «Recibid el Espíritu Santo». Así – asegura el Papa – “con el don del Espíritu, Jesús quiere liberar a los discípulos del miedo que los mantiene encerrados en sus casas, para que puedan salir y convertirse en testigos y anunciadores del Evangelio”. Los discípulos, tras la muerte de Jesús, tenían los sueños hechos añicos, sus esperanzas se habían desvanecido, y se habían encerrado en sí mismos, continúa el Papa.
¿Cuántas veces nos encerramos en nosotros mismos?
El Papa Francisco asegura que, al igual que los apóstoles, a veces por alguna situación difícil, por algún problema personal o familiar, por el sufrimiento que nos marca o por el mal que respiramos a nuestro alrededor, “caemos poco a poco en la pérdida de la esperanza y nos falta el valor para seguir adelante, encerramos en nosotros mismos, atrincherándonos en el laberinto de las preocupaciones”. Por ello, hoy el Papa explica que “este encerrarnos en nosotros mismos sucede cuando, en las situaciones más difíciles, permitimos que el miedo tome el control y haga su «gran voz» dentro de nosotros”. La causa, entonces, es el miedo: miedo a no ser capaz de hacer frente, a estar solo para afrontar las batallas cotidianas, a correr riesgos y luego decepcionarse, a tomar decisiones equivocadas”.
El miedo bloquea, paraliza y aísla
“El miedo bloquea, paraliza. Y aísla” ha dicho el Papa, para después invitar a los fieles presentes en la plaza de San Pedro a “pensar en el miedo al otro, al extranjero, al diferente, al que piensa distinto”. “E incluso – dice – puede haber miedo a Dios: que me castigue, que se enfade conmigo”. Antes esto, el Santo Padre recuerda que “si damos espacio a estos falsos miedos, se cierran las puertas: las del corazón, las de la sociedad, e incluso las puertas de la Iglesia”.
El remedio ante el miedo es el Espíritu Santo
Al final de su reflexión, el Papa ha citado el remedio ante el miedo que podemos encontrar en el Evangelio: el Espíritu Santo. “Él libera de las prisiones del miedo. Al recibir el Espíritu, los apóstoles -hoy lo celebramos- abandonan el cenáculo y salen al mundo para perdonar los pecados y proclamar la buena nueva. Gracias a Él, se vencen los miedos y se abren las puertas. Porque esto es lo que hace el Espíritu: nos hace sentir la cercanía de Dios y así su amor echa fuera el miedo, ilumina el camino, consuela, sostiene en la adversidad”.