Por P. Fernando Pascual
La pared es dura. Ofrece resistencia. Impide que la atravesemos. Nos guste o no nos guste, la pared sigue ahí, ante nosotros. En ocasiones, parece que va contra nuestros deseos.
Sorprende, sin embargo, cómo algunos pensadores han puesto en duda que las cosas sean como son, desde el deseo de “dominar” la realidad a través de ciertas ideas y de ciertos términos.
Por más que digamos una y otra vez que la pared no es dura, basta con chocar contra ella para comprobar la realidad.
Esa realidad se impone, por lo tanto, cuando hablamos de la pared, o cuando hablamos de una enfermedad, o cuando nos encontramos ante un mensaje que nos dice que tenemos que pagar ciertos impuestos.
A pesar de que la realidad no puede quedar sometida ni a nuestras ideas ni a nuestro lenguaje, hay ideólogos que cambian las palabras y buscan llamar a lo malo bueno, a lo injusto justo, a lo masculino femenino, y al hijo antes de nacer con expresiones como las de “producto” o “puñado de células”.
Junto a quienes buscan doblegar los hechos con sus palabras, no faltan quienes promueven silencios para ocultar todo aquello que va contra sus intereses, sus deseos, su afán de dominio, su odio.
La realidad, sin embargo, sigue siempre ahí. Un genocidio será un genocidio, aunque haya quienes lo nieguen o prohíban mencionarlo. Un crimen es un crimen aunque sea sepultado en el más completo silencio. Un aborto es una injusticia, aunque se censuren imágenes que permitirían ver lo que ocurre en tantos abortos.
Es absurdo ir contra la pared desde la mentira. Es contrario a la honestidad imponer las propias ideas con la censura sistemática de quienes están cerca de verdades que merecen ser acogidas.
El mundo necesita, hoy como en cualquier época, personas sinceras y francas que digan las cosas como son, que denuncien mentiras y manipulaciones, que reconozcan cuándo el rey está vestido o cuándo está desnudo.
Sobre todo, el mundo necesita que sepamos abrir los ojos y la mente para decir algo tan sencillo y tan “atrevido”, como la verdad. Porque solo en la verdad podemos acercarnos unos a otros de modo adecuado. Porque solo gracias a la verdad podemos caminar juntos hacia horizontes compartidos de bien, belleza y justicia.
Imagen de Anne-Marie Large en Pixabay