Conversamos con la Hna. Juana Ángeles Zárate Celedón, religiosa Carmelita del Sagrado Corazón, presidenta de la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CIRM) y principal impulsora de acciones por la paz que buscan poner fin a la violencia que se vive en el país.
Por Rubicela Muñiz
-Hermana, a un año del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas, ¿cómo percibe la violencia en el país? ¿Qué le sigue preocupando?
La violencia en el país se va recrudeciendo cada vez más y aunque han detenido a algunos líderes de cárteles, estos se reorganizan de una manera muy rápida y continúan destruyendo el tejido social de nuestra sociedad.
Me preocupa que el crimen organizado y el nivel de inseguridad está presente en todo el país, haciendo muy difícil el desarrollo de las actividades básicas como la producción agrícola, el comercio, la educación y todo lo que permite el avance del proyecto ciudadano.
Me preocupa la desconfianza que impera en las relaciones. La violencia intrafamiliar y la pérdida de valores en nuestras familias, jóvenes y niños.
Por otro lado, la falta de solvencia del Gobierno y la procuración de fondos para resolver la situación de violencia. Preocupa el narcoestado y las poblaciones que están dominadas por el crimen organizado, así como la total pérdida de conciencia de lo bueno y lo justo.
-¿Cuáles son los principales retos de la iglesia en su lucha por la justicia y la seguridad?
El Papa Francisco y el magisterio de la iglesia tienen una desafiante proyección social, lamentablemente no todas las parroquias y diócesis tienen esta dimensión como elemento constitutivo de la evangelización y de la praxis de la caridad en la búsqueda del bien común.
El primer desafío es integrar a los procesos evangelizadores la dimensión social en la búsqueda de la justicia, que implica diagnosticar desde la fe la problemática que vivimos en el país, sus causas y los compromisos que conllevan a nivel personal y social.
Otro reto es que dentro de la feligresía hay familias que tienen miembros involucrados en el narcotráfico, o bien hijos e hijas de victimarios. Todos ellos requieren de la cercanía y de la propuesta de cambio de vida.
La inseguridad también afecta a nuestros miembros activos, como sacerdotes, religiosas, catequistas y otras personas que ejercen un ministerio dentro de la iglesia. Estamos llamados a no desesperar y a seguir evangelizando y accionando desde nuestro ser creyente con actitudes éticas de honestidad, servicio a los demás y denuncia de todo lo que es injusto.
-Su congregación, entre otras actividades, también tiene la misión de ir a predicar a todos los pueblos, ¿han sufrido inseguridad?
Sí, algunas de nuestras comunidades han sufrido robos con violencia y amenazas del narcotráfico. Como toda la población, recibimos el impacto de la violencia. Sin embargo, queremos seguir apostando por ejercer nuestra misión pastoral, pues es cuando más nos necesita el pueblo.
-¿Dónde debe comenzar el diálogo por la paz?
Definitivamente el diálogo por la paz debe comenzar en los núcleos relacionales primarios y secundarios como la familia, la comunidad vecinal o barrial, las colonias. También en los núcleos de convivencia y formación como las escuelas, los lugares de trabajo y de ahí a todas las instancias sociales y culturales. De lo que se trata es de hacer una cultura por la paz que empieza por el diálogo, el mutuo entendimiento, el respeto y la recuperación de los valores sociales a favor de la persona, de sus derechos y dignidad.
-Desde su trinchera, como líder, ¿qué mensaje debe prevalecer ante la violencia que se vive en el país?
El que no podemos eludir nuestra responsabilidad ante tal problema y tenemos que buscar soluciones desde lo más profundo, revirtiendo la pérdida del sentido del mal y sus consecuencias en los valores humanos que pueden devolverle a las personas una conciencia ética del bien común.
La atención y resolución del conflicto que vivimos tendrá que involucrar a todos los niveles de la sociedad y a todos los sectores responsables de la vida del país.
La identidad del pueblo mexicano se fragua en la unidad que nos da nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios, convocados por la Virgen de Guadalupe que nos invita a mantener actitudes de unidad y de solidaridad con quienes más sufren.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de junio de 2023 No. 1458