Encontrarme con El Observador ha sido una experiencia de gracia en mi vida, una de esas bendiciones que el destino pone en nuestro camino. Desde mi temprana juventud, cuando era monaguillo, tuve el honor de vender ejemplares de esta publicación a las afueras del templo después de la misa dominical. La familiaridad con El Observador se gestó en mí desde los diez años de edad.
Fue a finales de 2020 cuando tuve la fortuna de sumarme al equipo de este medio de comunicación, y no puedo más que destacar el corazón humilde y generoso que palpita en cada uno de sus colaboradores, quienes durante años han sido inspirados por el Espíritu Santo para estar al servicio de todos nuestros hermanos lectores. Por eso, me siento privilegiado de que le hayan abierto las puertas a un chico joven para formar parte de esta noble tarea, que me permite ser un mensajero como san Juan Diego, quien, en un 9 de diciembre, me acompañó a iniciar el camino con esta gran familia.
Un faro en la maraña
El Observador es una voz vital en la evangelización y formación cristiana. Su enfoque crítico nos invita a aprender. Como joven estudiante, necesitamos voces que nos guíen hacia la verdad y El Observador cumple ese rol, ya que aborda temas relevantes sin sensacionalismo.
Nadie puede hablar de lo que no conoce, y es por eso que es importante reconocer que quienes están detrás de lo que leemos son personas que han estudiado y conocen a fondo los temas que tratan. Creo que este conocimiento, respaldado por estudios y experiencia, es un faro de sabiduría en medio de la maraña de información disponible, y nos brinda una guía confiable para enriquecer nuestro conocimiento y crecimiento espiritual.
JUAN DIEGO CAMARILLO
Estudiante universitario y administrador de Redes Sociales de El Observador.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de julio de 2023 No. 1462