Por P. Fernando Pascual

En ocasiones, afrontamos la vida desde experiencias negativas, rabias interiores, inquietudes prolongadas, rencores más o menos profundos.

Ello ocurre por hechos importantes: después de un accidente en carretera, tras una disputa en familia por la herencia, por culpa de la subida de los precios.

Otras veces estamos “heridos” por hechos no tan graves, pero que no dejan de afectarnos: un mosquito “invisible” ha provocado una hinchazón en los tobillos y estamos de mal humor por un buen rato.

En otras ocasiones, afrontamos la vida desde experiencias positivas, cariños auténticos, éxitos en el trabajo, reconciliaciones en la familia.

Las causas de estas disposiciones positivas pueden ser acontecimientos que permiten reorientarnos con optimismo, o hechos sencillos y cotidianos, como el haber tomado un buen café en el desayuno.

Nos damos cuenta de que el modo interior de afrontar la vida puede convertirse en un obstáculo cuando nos ciega ante la realidad, cuando genera euforias o desalientos injustificados, cuando nos empuja hacia un activismo alocado, cuando daña nuestras relaciones.

Por eso, resulta fundamental darnos cuenta de la situación en la que se encuentra nuestra alma, de sus potencialidades y de sus peligros.

La vida es demasiado seria como para tomar decisiones equivocadas por culpa de sentimientos que no hemos sabido orientar adecuadamente.

Es cierto que no somos de madera: la traición de un “amigo” o una lluvia refrescante influyen en nuestros corazones y nos hacen pensar de modos diferentes.

Pero también es cierto que no podemos perder la cabeza por culpa de sentimientos incontrolados que nos impidan ver las cosas como son, con sus límites y con sus posibilidades.

Este día puede ser monótono, aburrido, triste, o puede ser exaltante, prometedor, lleno de señales de alegría.

Sea cual sea la situación en la que nos movamos, podemos siempre mirar al cielo y pedir a Dios que nos ayude a tomar las decisiones desde la mejor actitud que va más allá de los cambios sentimentales: la actitud de quien sabe aprender cada día a recibir amor y a amar con toda el alma a Dios y a los hermanos…

 

Imagen de Ri Butov en Pixabay


 

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