Por Sergio Ibarra

San Ignacio López de Loyola (1491- 1556) fundó la Compañía de Jesús en 1538 con la misión de trabajar por la reconciliación con Dios de mujeres y hombres, pero también consigo mismos, con los demás, y con la creación de Dios. Su espiritualidad está basada en la obediencia al superior, la exigencia entre los miembros de un cierto nivel cultural y la movilidad del apostolado en un mundo en constante cambio.

La reconciliación es lo que el Papa Francisco ha mostrado y manifestado. Las diferencias entre las personas en un mundo con una interconexión cada vez más generalizada, demandan de un liderazgo que busque la comprehensión social en temas polémicos.

Uno de ellos: el homosexualismo. En ello ha manifestado su vocación Jesuita de apegarse al Evangelio: Ser homosexual no es un delito. No hay que discriminar a nadie… en el catecismo de la Iglesia católica dice que las personas de tendencia homosexual tienen que ser acogidas, no tienen que ser marginadas… Si hay una persona que busca a Dios y es sincera, quién soy yo para juzgarla. Está el Señor. Imbatible, hasta para los radicales, resulta su planteamiento, como también su franqueza al dejar establecido no solamente una postura personal, sino institucional.

Al referirse a los marcos legales de países que condenan el homosexualismo hasta la pena de muerte, ha dicho: Creo que es injusto. Sin establecer una condena de regreso, sencillamente manda un mensaje claro ¿Quieren hablar de justica haciendo cosas injustas?

Otro tema polémico es el abuso a menores de ministros de la Iglesia: El abuso siempre existió, siempre en toda la historia, sea el abuso político colonial, sea el abuso familiar, sea el abuso sexualuna cosa vieja fuera del cristianismo y dentro del cristianismo. Una problemática delicada que reconoce, pero que es un fenómeno no exclusivo de los sacerdotes católicos. Refiere una estadística: 42-46% de casos de abuso son la familia, 18% en los clubes deportivos, luego en las escuelas y un 3% de curas católicos, son pocos, ¿no? No, aunque fuera uno es desastroso y el 3% es engañoso. Es mucho. Aunque fuera uno. Y no tenemos que ceder. Y en eso, implacable, porque a veces son casos de perversión. El reconocimiento de conductas perversas, pero también de una perturbación de personalidades y una postura de intolerancia institucional.

Otro más: la migración. Un fenómeno doloroso por el hecho implícito de que quien no teniendo una forma de vida en el lugar en que nació se ve obligado a buscar su sobrevivencia en otros países. Nuevamente el Papa no se queda callado y sintetiza una verdad ante la problemática en Europa: la globalización de la indiferencia.

La Iglesia enfrenta una deficiencia de tropa, cada vez menos sacerdotes y cada vez mas humanidad. La polémica en este sentido es que se habiliten mujeres sacerdotas: La última palabra clara en cuanto a esto la tuvo Juan Pablo II y se mantiene. Se mantiene. La firmeza ante un tema que tiene dos mil años y que caracteriza a la estructura organizacional de la Iglesia.

El lavado de dinero es un crimen internacional, no es exclusivo de México, ni de América Latina, hay países que se han prestado y se prestan a ello, pero también instituciones religiosas. La postura clara y determinada: El pueblo de Dios no necesita dinero sucio, sino corazones abiertos a la misericordia.

Nos pone el ejemplo de hacer de la reconciliación una forma de vida y no amedrentarse, ni más ni menos.

 

Imagen de Reynaldo Amadeu Dal Lin Junior Juba en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: