Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 30 de julio de 2023
Si nos descuidamos se nos pasa el día sin hacer lo más importante entretenidos en cositas pequeñas (una de las cuales es ver el celular) y se nos quedan sin hacer las obligaciones de nuestro estado.
1Reyes
Un rey que supo escoger a tiempo.
Dios le dice a Salomón: «Pídeme lo que quieras».
Salomón pide lo que necesita para gobernar bien.
Qué importante sería que todos los que van a gobernar procurasen hacer lo mejor para su pueblo y que esa también fuera su oración.
El Señor se agradó por la petición del rey y le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas… sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti».
Salmo 118
El salmista se presenta como un enamorado de la voluntad del Señor y admira y valora sus preceptos: «Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata». Y añade: «Mi porción es el Señor. He resuelto guardar tus palabras… Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma».
San Pablo
Comienza el párrafo de la Carta a los romanos con estas palabras muy importantes:
«Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien».
Procuremos seguir siempre el plan de Dios para poder transparentar en nosotros la imagen de su Hijo.
Verso aleluyático
Como el mensaje de hoy es relevante y los sencillos son los que lo penetran y ponen en práctica, la liturgia nos repite, una vez más, las palabras de Jesús para que consigamos un corazón sencillo:
«Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla».
Evangelio
El evangelio es el que nos pide que sepamos escoger y que lo hagamos con valentía. Lo hace a través de tres parábolas. A través de ellas Jesús nos habla de la importancia de entrar en el reino y para ello nos pide escoger, jugándonos todos nuestros bienes o riquezas:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra vende todo para conseguir el campo».
Hay otra parábola muy similar que dice que «el reino de los cielos se parece a un comerciante en perlas finas que encuentra una de gran valor y vende todo lo que tiene para comprarla».
Es claro que ese tesoro solamente puede ser Jesucristo mismo, porque solo Él merece que nos juguemos todo. También debemos tener en cuenta que no se compra el tesoro sino el campo que lo contiene.
Y nos advierte, además, la primera parábola que lejos de quedar triste porque pierde todo, el que compra se va lleno de alegría para hacer su gestión.
Importante, pues, saber escoger entre las perlas y los campos dónde está el verdadero tesoro para adquirirlo en el tiempo oportuno.
Finalmente, hoy San Mateo nos presenta la parábola de los pescadores que echan la red barredera y luego, sentados a la orilla del mar, van seleccionando los peces buenos para el cesto y arrojando fuera los malos.
Jesús explica que al final de los tiempos los ángeles harán la separación entre los que han cumplido los preceptos del Señor y los malos «que serán arrojados al horno encendido».
Esta parábola, por consiguiente, es una invitación a cumplir lo que nos ha pedido Jesús en las dos anteriores, para que en el momento final nos encuentre con el tesoro en nuestras manos y corazón.
San Mateo termina el evangelio de hoy con estas palabras:
«Un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
El exegeta lo explica así: «Muchos describen aquí una alusión al autor del evangelio, San Mateo, y al modo en que ha compuesto su obra: un escriba judío que ha aceptado la fe en Jesucristo e intenta leer las tradiciones sobre Jesús (lo nuevo) a la luz del Antiguo Testamento (lo antiguo)».