EDITORIAL

Hoy, 16 de julio, cumplimos 28 años de circular cada semana. Solo por el amor de Dios y por su infinita misericordia ha sido posible continuar esta tarea. Lo que parecía un sueño en 1995 se ha convertido en una gozosa responsabilidad: hacer de la fe cristiana una cultura.

En este número de aniversario –planteado así por nuestra presidenta del Consejo, directora y fundadora, Maité Urquiza Guzzy–  hemos invitado a muchas voces a expresar lo que piensan del periodismo católico, de El Observador y de la responsabilidad que implica, concebido lo “católico” no como adjetivo (“ya soy bueno porque soy católico”), sino como sustantivo (la forma y el fondo unidos en la libertad para “andar en la verdad”, como decía Santa Teresa de Ávila).

Los laicos (mujeres y hombres) tenemos un papel esencial en la Iglesia. Más allá de la sacristía, por supuesto. Cada uno en su vocación. El novelista inglés Graham Greene decía: “soy un católico que resultó ser novelista”. Lo mismo quienes laboramos en todas las áreas del periódico: somos católicos que resultamos ser periodistas, administradores, diseñadores, distribuidores… Cada quien en lo suyo, haciendo que semana a semana salga El Observador impreso, en formato digital, en podcast, circulando en la web y en el vasto continente digital.

Que otros presuman el “negocio” que han hecho desde el periodismo. El Observador está en números rojos. Aunque algunos digan lo contrario, esta empresa es una empresa pobre. Una empresa al servicio de la Iglesia, de su Madre y Maestra, en comunión absoluta con el magisterio y con el Papa Francisco. Nuestra riqueza no está en el banco, está en alguien que alguna vez nos ha dicho: “Oigan, leí tal cosa en El Observador, y me sirvió”. Ésa es la mejor paga; la paga por la que vale la pena vivir el periodismo como pasión, y morir en la raya.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de julio de 2023 No. 1462

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