Por Jaime Septién

En el El perfil del hombre y la cultura en México, Samul Ramos dice: “He querido, desde hace tiempo, hacer comprender que el único punto de vista justo en México es pensar como mexicanos. Parecerá que ésta es una afirmación trivial y perogrullesca. Pero en nuestro país hay que hacerla, porque con frecuencia pensamos como si fuéramos extranjeros, desde un punto de vista que no es el sitio en que espiritual y materialmente estamos colocados”.

En el capítulo “Máscaras mexicanas” de El laberinto de la soledad, Octavio Paz subraya que: “El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo”. Y más adelante, en el capítulo de “Nuestros días”, escribe: “El mexicano se esconde bajo muchas máscaras que luego arroja un día de fiesta o de duelo, del mismo modo que la nación ha desgarrado todas las formas que la asfixiaban. Pero no hemos encontrado aún esa que reconcilie nuestra libertad con el orden, la palabra con el acto y ambos con una evidencia que ya no será sobrenatural, sino humana; la de nuestros semejantes”.

Tras estudiar la poesía de Ramón López Velarde, Emilio Uranga en Análisis del ser del mexicano añade: “Por la emotividad somos frágiles, sensibles, todo nos llega y todo nos hiere. La desgana nos hace ver el mundo con un manso desdén y la melancolía nos impulsa a repasar lo vivido con doliente recordación. Este carácter constituye un fondo sobre el cual la zozobra, como péndulo, oscila y zigzaguea”.

Pensemos más en lo que somos (y no en lo que nos dicen que somos). No actuemos bajo la máscara. Pongamos primero la razón que da razones sobre la sensiblería malsana que pulveriza la amistad social. Si entendemos esto, México será mejor.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de julio de 2023 No. 1460

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