Editorial
En la antigüedad griega se forjó el concepto de paideia, un ideal de cultura como principio formativo del ser humano. Según el famoso estudio de Werner Jaeger, la paideia nada tiene que ver con la forma como se educa actualmente, mucho menos con los modelos de adoctrinamiento ideológico que impulsan gobiernos totalitarios cuya “verdad histórica” es el pensamiento único. Engendros populistas que atenazan lo propio de todo proceso educativo, la libertad, y pretenden convertir al educando en un merolico, cuando no en un fanático.
Como lo expresa Jaeger: “Es esta atmósfera de íntima libertad, que se siente vinculada, por conocimiento esencial y aún por la más alta ley divina, al servicio de la totalidad, se desarrolló el genio creador de los griegos hasta llegar a la plenitud educadora” (…) que se refleja en “las ideas griegas sobre la dignidad del alma y el cuerpo humanos”.
Resaltan tres ideas clave en el concepto de educación de la paideia griega: la nobleza del alma; la libertad interna para adherirse al conocimiento de la realidad, y la participación directa en los asuntos de la comunidad, por amor al prójimo, por el bien superior de la polis. Y en todo ello brota el sentido de la belleza. “La educación —escribe Jaeger—no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser. En ella la utilidad es indiferente o, por lo menos, no es esencial. Lo fundamental en ella es la belleza, en el sentido normativo de la imagen, imagen anhelada por el ideal”.
Pregunta: “¿Qué educación para la belleza puede haber cuando se fomenta el odio y la división? Ninguna. El adoctrinamiento de los nuevos libros de texto presenta el antídoto contra la paideia, que, entre los griegos, y entre nosotros, debería ser la base de la educación, es decir, de la formación de los seres humanos, especialmente de las niñas, los niños y los adolescentes como ciudadanos y personas libres.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de agosto de 2023 No. 1466