En el Jardín Vasco de Gama de Lisboa, Francisco confesó a Francisco, un español de 21 años, a Yesvi, guatemalteco de 33, y a Samuel, de 19, de Belluno. Cada uno de ellos habló de su vida y de sus pecados con el Pontífice: «Es una persona humilde y buena».
Por Alessandro Di Bussolo / Vatican News
Recibido por coros de «Esta es la juventud del Papa…», el Papa Francisco llegó esta mañana, 4 de agosto, tercer día de su viaje a Portugal para la JMJ, a las 9h08 al Jardín Vasco da Gama de Lisboa. En este gran espacio verde está teniendo lugar uno de los momentos más significativos de toda la Jornada Mundial de la Juventud: las confesiones de chicos y jóvenes. De hecho, en el gran parque se han colocado 150 confesionarios, realizados por jóvenes reclusos de la cárcel de Pasos de Ferreira, construidos con materiales reciclados y reciclables y hechos de tal forma que sean accesibles a los discapacitados. El Papa -antes de acudir al Centro Social Paroquial Sao Vicente de Paulo para reunirse con representantes de varios centros asistenciales y de caridad- llegó en silla de ruedas y confesó él mismo a tres jóvenes: un chico español de 21 años, una chica guatemalteca de 33 y un italiano de 19.
Una persona sencilla
Se llama Samuel, es de Belluno y tiene la sonrisa de sus 19 años, no del todo feliz, sin embargo, ya que vive en una comunidad, Villa San Francesco di Facen di Pedavena, en la provincia de Belluno, desde los 13 años, porque tuvo problemas con sus padres. «Realmente sentí el perdón del Papa, es una persona sencilla, humilde y buena», dice.
Francisco ha atendido al cordobés Francisco Valverde en el «confesódromo» de la JMJ. «Se te olvida que era el Papa, era como un cura de una parroquia», dijo el chico. Una gran emoción también para la chica guatemalteca.
Hace un mes que se les comunicó que serías los elegidos para ser confesados por el papa en Lisboa, una gran emoción que fue creciendo día a día, hasta esta mañana cuando se encontraron frente a frente al Santo Padre, no como un Papa sino comoun párroco. Fue un tiempo también para discernir dentro de ellos mismos, y reflexionar sobre sus vidas.
Francisco Valverde ecplicó a losmedios que la confesión es secreta, pero que en el momento de sentarse frente al Papa, todo se esfumó y que, tras confesar sus faltas, tuvo también tiempo de comentar algunos detalles, de recibir consejos en algunas cosas o hablarle de «personas que son importantes» en su vida.
«Vine a ver a un papa y me he encontrado con el párroco de cualquier parroquia de cualquier pueblo, de cualquier ciudad, de cualquier lugar» y explica que estuvo siempre muy cercano y que con su mirada tranquila le hizo «no sentir ningún tipo de vergüenza, ningún tipo de presión, en ningún momento», explicó. Confiesa que al conocer que tenía novia, le señaló que no olvide avisarle cuando se case.