Por P. Fernando Pascual

Hay actividades que absorben mente, corazón, energías, y casi todo nuestro tiempo.

Pueden ser actividades recreativas: un juego online, un partido de tenis. Pueden ser lecturas o series de televisión. O, simplemente, un trabajo que exige la máxima concentración.

Las actividades absorbentes se comportan, si la imagen es adecuada, como agujeros negros, que “chupan” todo lo que pueda haber a su alrededor.

Entonces empieza a faltar tiempo para hacer llamadas a familiares y amigos, para limpiar y poner orden en la habitación, para compilar formularios que piden desde el ayuntamiento.

Todo gira en torno a esas actividades que exigen tiempo, y más tiempo, y más tiempo, hasta tiranizarnos y convertirnos en esclavos.

Hay estudios sobre las dependencias de sustancias, y los hay también cuando surgen dependencias de actividades, sobre todo en el mundo digital si ha llegado a convertirse en algo obsesivo (apuestas y juegos online, redes sociales, etc.).

Además, existen terapias para que una persona, que ha quedado prisionera de una actividad obsesiva, pueda recuperar la libertad y restablecer un sano equilibrio en sus decisiones.

La vida de cada ser humano tiene muchas dimensiones, experimenta muchas “fuerzas” que piden tiempo y acciones para responder a deseos interiores o a exigencias de otros.

Lo importante es aprender a lograr un equilibrio armonioso, en el que haya tiempo para todo aquello que conduce hacia la paz verdadera, hacia la armonía con otros, hacia lo que nos hace crecer en el amor a Dios y a los demás.

Desde ese equilibrio, será posible huir de dependencias y ataduras a actividades absorbentes, algunas inicialmente bien vividas pero luego perjudiciales si nos esclavizan fuera del orden correcto.

Sobre todo, será posible descubrir que tenemos tiempo para muchas posibilidades buenas y bellas, en ese camino terreno que nos orienta hacia la plenitud cuando vivimos según lo único importante: el amor a Dios y a nuestros hermanos…

 

Imagen de StockSnap en Pixabay


 

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