Por P. Fernando Pascual
Lo escuchamos o lo pensamos ante un sinfín de posibles actividades: no tienen nada de malo.
No tiene nada de malo leer horas y horas esta novela, o ver esta serie de televisión, o jugar online, o dedicar una tarde entera a hablar sobre cualquier cosa.
No tiene nada de malo, pero a veces necesitaríamos que alguien nos preguntase: “Pero, ¿qué tiene de bueno?”
Esa pregunta, ya formulada en algunas conferencias o libros, nos ayuda a poner la mirada ante lo que vale, de verdad, la pena.
Porque nos damos cuenta de que no vale la pena emplear tiempo y energías a actividades que no llevan a ninguna parte.
En cambio, resulta sumamente bello y noble dedicar tiempo y energía a lo que promueve armonía, lleva a la justicia, impulsa a actos concretos de amor.
La vida puede parecer larga, monótona, y en ocasiones sentimos un deseo de “matar el tiempo” en cosas que “no tienen nada de malo”.
Pero la vida es algo sumamente valioso. Por eso, no tiene sentido que se disperse en acciones inútiles, a veces también peligrosas porque nos pueden llevar al pecado.
En las diferentes encrucijadas, cuando nos corresponde tomar decisiones sobre cómo invertir tiempo y corazón, será de gran ayuda afrontar la pregunta que nos ayude a decisiones realmente fecundas y bellas: ¿qué puedo hacer de bueno?
O, quizá, una pregunta mucho más exigente y completa, como la que hizo un joven a Jesucristo: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” (Mt 19,16).
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