Por P. Fernando Pascual

Lo que pensamos, lo que decimos, lo que hacemos, depende de qué tipo de corazón palpita en nuestro cuerpo.

En el complejo mundo humano, destacan dos tipos de corazones muy diferentes. El primero, orientado al mal, al egoísmo, a la injusticia. El segundo, orientado al bien, al amor, a la justicia.

Esos dos tipos no suelen darse en forma químicamente pura, menos en casos “extremos”. Hay personas con un corazón totalmente pervertido, incapaces de reconocer todo el dolor que siembran a su lado.

Gracias a Dios, el otro “extremo” es benigno: el de corazones que aman y se entregan por completo a los demás, hasta llegar a un servicio heroico de su tiempo y de sus vidas.

Cuando somos sinceros con nosotros mismos, podemos reconocer que en ocasiones domina el corazón malo, mientras que en otras ocasiones brilla el corazón bueno.

Lo importante es emprender un trabajo sereno, honesto, paciente, para purificar aquellos impulsos del corazón que nos pueden llevar hacia el pecado y la injusticia, y promover aquellos impulsos que nos acercan a Dios, que nos ayudan a percibir las necesidades de otros para ayudarles generosamente.

Cristo enseñaba algunas de las acciones que surgen desde un corazón ennegrecido: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez” (Mc 7,21 22).

En cambio, si tenemos un corazón manso y humilde que se asemeje al del Maestro, que esté iluminado por el Espíritu Santo, viviremos los frutos del bien: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (cf. Ga 5,22 23).

Este día encontraré diversos tipos de personas. Rezaré por aquellos que tienen un corazón en peligro, que dan señales de rendirse al mal. Y también rezaré por aquellos que tienen un corazón bueno, para que Dios les dé fortaleza, y su ejemplo nos estimule a buscar cada día vivir desde el amor y para el amor.

 

Imagen de Michaela en Pixabay


 

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