Por Arturo Zárate Ruiz
Hay cierta propensión de considerar a los ricos como ladrones. Algunos cristianos inclusive los ven necesariamente como sentenciados de antemano al Averno por pensar incompatible el tener plata y el ser fiel al Señor. «No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero», y «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos», ¡lo dijo el mismo Jesucristo!
En el siglo XVII, con un sentido del humor negrísimo, Mateo Alemán remachó: «Dichoso el hijo que tiene a su padre en el Infierno», dando a entender —discúlpenme que explique el chiste— que el hijo, como feliz heredero, no es ya el ladrón condenable, como lo fue su padre; es más, es quien por fin disfruta del dinero.
En lo personal, si creo que hay muchos ricos ladrones, pero no lo son todos. Es más, quienes lo han sido son redimibles, como Zaqueo, quien devolvió con creces lo robado, pero no se le exigió deshacerse de todo. Aunque menos rico, disfrutó todavía de alguna plata.
De hecho, tengo la fortuna de conocer algunos ricos honestos, ejemplares, es más, admirables en la región del Bajo Bravo. Lo que los distingue no es sólo su esfuerzo, también su genialidad. A uno se le ocurrió negociar con compañías automotrices en Detroit y convirtió sus predios de sorgo y maíz palomero en un parque industrial. Hoy es además dueño de modernos parques industriales en Puebla, Hermosillo, Silao e incluso en Argentina. Otro detectó una demanda de caca (sí, leyó usted bien) infectada en laboratorios médicos de Estados Unidos y se dedicó a vendérselas, recogiéndola de hospitales locales. Hoy es el más próspero empresario en la región en el rubro de análisis clínicos computadorizados. A uno se le ocurrió, montado en su motocicleta, vender carne asada a domicilio, como si fuera pizza. Hoy su negocio es una franquicia internacional. A otro lo corrieron de su trabajo porque cerró la fábrica, pero guardó consigo la lista de compradores. A ellos les ofreció un producto sencillo, que nadie les proveía localmente: tarimas industriales. Ahora está forrado en billetes. Dos más le apostaron, cada uno por su lado, al Tratado de Libre Comercio. Vendieron todo lo que tenían, recurrieron inclusive a préstamos, y lo invirtieron en 1994 en comprar camiones remolque para servir con ellos a los nuevos importadores y exportadores a nivel nacional. Un comerciante con el mejor local en el mercado tradicional de artesanías lo deja y se muda a una zona que entonces no era comercial, cerca del puente internacional. Hoy es, quizá, el más importante empresario turístico en el norte de Tamaulipas. A los 90 años su rutina de trabajo sigue siendo de 5 AM a 11 PM. Un taquero excelente, con su puestito callejero cerca de mi casa, trae y recoge su tendajo, todas las noches, jalándolo con una camioneta lujosísima nueva cada año. Una profesora universitaria mejor se dedicó a empresaria y les ofreció a las maquiladoras de aparatos electrónicos el imprimirles sus instructivos. Hoy da empleos bien remunerados a muchas más personas que el centro de investigación científica (con sedes en siete ciudades fronterizas) donde en un principio trabajaba.
Sí, un buen rico por dar empleos permite a otros también enriquecerse.
Papá nunca llegó a ser un ricachón, pero sí llegó a ofrecernos finalmente una vida de familia “acomodada”. En cualquier caso, él, de niño, fue arriero, tan así que sus cabras tenían nombre: la Cuernosgachos, la Pedostristes y la que Pariócuates. A los 29 años emigró a la Ciudad de México para estudiar prepa, y a los 35 se graduó de dentista. Regresó a su tierra y trabajó, trabajó, trabajó, e hizo algún dinero. Con eso de «padre mercader, hijo caballero y nieto pordiosero», temo pertenecer a la segunda generación, esa sí muy condenable por comodona, que no es lo mismo que “acomodada”.
En fin, lo que puede perder al rico es la idolatría al dinero; por ello, los mandamientos de Dios, amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo; mandamientos, no debemos olvidarnos, que también debe cumplir el pobre o cualquiera de nosotros, sin duda los comodones.
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