Don Carlos Herrejón Peredo es doctor en Historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y licenciado y maestro en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Se ha especializado en temas del virreinato y, sobre todo, en los principales actores de la Independencia de México: los sacerdotes Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón.
Por Jaime Septién
¿Es la abolición de la esclavitud algo que distingue a los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María Morelos?
Para Hidalgo y para Morelos, la esclavitud es algo que va en contra de los clamores de la naturaleza. Los próceres se están refiriendo a cualquier tipo de esclavitud, porque la esclavitud de que se compraba y se vendía a las personas asume de alguna manera todas las esclavitudes que hay actualmente. Ellos, Hidalgo y Morelos, nos exigen ahora que pongamos todo nuestro esfuerzo para que combatamos ese tipo de esclavitudes. Éste es uno de sus principales reclamos de nuestros días. No podemos seguir atentando no solo contra los derechos de la naturaleza, sino contra la ley natural. Hidalgo, como ningún otro, habla de la ley natural.
¿Hidalgo es –como dice el padre Gabriel Méndez Plancarte—un reformador intelectual?
Cuando Hidalgo estaba de maestro en la Universidad de Michoacán las autoridades eclesiásticas lanzaron un concurso sobre el verdadero método de estudiar Teología. Hidalgo se apuntó y ganó el concurso. El contenido de su ensayo muestra una reforma interesante, que también tiene que ver con nuestros días. A lo que se refiere Hidalgo es que la teología tiene un aspecto positivo, los datos duros, y especulativos, las interpretaciones filosóficas y, a veces, ideológicas. En ese tiempo se hacía mucho caso a la especulación y poco a los datos duros. Para el caso de la Teología los datos duros son la Sagrada Escritura, la Patrística, la Historia, la Filología, etcétera. Hidalgo pugnaba por “volver a las fuentes”, para cerrar la puerta a las interpretaciones manipuladas. Eso es importante también hoy.
¿Hay una simbiosis entre ambos personajes?
Morelos sigue los pasos de Hidalgo, aunque en algunas cosas se aparta, para bien. Los reclamos de Morelos suenan muy actuales. Están plasmados en dos documentos fundamentales: “Los Sentimientos de la Nación” y el Reglamento del Congreso.
En este último, Morelos establece los tres poderes de la nación que se está forjando. En ambos documentos le da un lugar importante a la sociedad civil. Para que se hagan las leyes, dice, debe haber una “junta de sabios y letrados”. La cuestión de las leyes no es nada más que el número de votos de diputados que hayan sido elegidos después de campañas políticas. Si estos carecen “de letras y de sabiduría” no van a hacer buenas leyes.
Es un poco como el gobierno de los filósofos que proponía Platón…
Por eso Morelos dice claramente que independientemente de los votos del Congreso, se haga junta de “sabios y letrados”.
Es un llamado al valor de la inteligencia, no simplemente a los sentimientos, a las emociones y menos a los intereses políticos, demagógicos. Hace un llamado clarísimo a recurrir a la sabiduría, en donde se busca el bien común.
¿En dónde lo aplicó?
En el caso de la elección del Supremo Tribunal. Dice Morelos que no va a ser por designación del Ejecutivo ni del Legislativo, sino que sea por decisión, también, de la junta de sabios.
La participación de la sociedad civil es necesaria, pero en especial, la gente que está calificada por su prestancia en el ámbito de la academia y en el estudio de la justicia, de la verdadera justicia y del auténtico derecho.
Qué falta nos hace una junta así en la actualidad…
Pero déjame decirte que la otra cuestión importante, tanto en el caso de Hidalgo como de Morelos es que quieren desterrar la pobreza. Hidalgo, en su segunda entrada a Valladolid le dice a la Inquisición que se va a establecer un Congreso que se componga de representantes de todas las ciudades y las villas de este reino, teniendo como objeto principal mantener la religión y que dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo.
¿Hay coincidencias en “Los Sentimientos de la Nación”?
Así es, en el número 12 donde dice Morelos que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte el Congreso han de ser tales “que moderen la opulencia y la indigencia”. Esto quiere decir que no haya ricos tan ricos ni pobres tan pobres. En otras palabras, que haya una clase media fuerte. Morelos está por una equidad socioeconómica. Tanto Hidalgo como Morelos conocían los principios de lo que andando el tiempo iba a formar la doctrina social de la Iglesia: a cada quién según sus capacidades y para cada quien según sus necesidades.
Una cultura de la legalidad que en México no se ha podido instaurar…
Los dos, Hidalgo y Morelos, estaban convencidos que como la ley es superior a todo hombre, la ley no puede ser hecha a la medida del hombre, porque antes de las legislaciones positivas está el derecho natural, y para la gente que asume la trascendencia, antes de eso está la ley de Dios.
¿Qué otro principio destacaría en Morelos?
En una carta que dirige a los insurgentes de Oaxaca dice que se tiene que acudir al juicio de los entendidos en cada caso. Que no por ser el gobernante ya lo sabe todo. Les confirma que él siempre se ha atenido al juicio de los que más saben, “y esto lo voy a hacer hasta que llegue a la presencia del Supremo Juez”.
La humildad de Morelos de buscar siempre el consejo de los demás. Eso es muy importante para los políticos de ayer, de hoy y de siempre: no por tener el poder tienen, automáticamente, la sabiduría ni la justicia.
¿Hay que bajarlos del pedestal?
Yo diría que tanto Hidalgo como Morelos, como todos los grandes hombres, hasta los santos, tuvieron luces y sombras. Ni ángeles ni dioses. Tuvieron sus limitaciones. Que a pesar de sus defectos, dieron la vida por la Patria, dieron su vida porque esta nación fuera verdaderamente libre, justa con todos sus ciudadanos. Eso implica que no hay que bajarlos totalmente del pedestal, porque no todos dan su vida por la Patria.
Hay algo muy claro en estos dos sacerdotes: el amor a los desposeídos, ¿no es así?
Eso es evidente. Tenían una gran sensibilidad por “los de abajo”. Veían que se les juntaban todas las opresiones y eso los sublevó. Como párrocos que fueron los dos, estaban muy cerca del pueblo y se dieron cuenta que la situación era intolerable. Por lo demás, sabían los riesgos que corrían al invitar a la guerra a muchos otros. Y más con un ejército, el de Hidalgo, que se fue haciendo, que no existía como tal.
¿Tenían métodos diferentes de enfrentar a los realistas?
Hidalgo convocó a las masas y Morelos no quería masas, quería poca gente, pero capacitada. De todas maneras, el hecho de que Hidalgo hiciera esa convocatoria general hizo que se prendiera la mecha. Y si bien fue el inicio del movimiento, también fue el inicio de una cauda de muerte y de destrucción. Según el doctor Mora, la revolución de Independencia fue tan destructora como necesaria.
Hoy ya no podemos llegar a esos extremos…
Yo pienso que la vida y la gesta de los próceres son una advertencia de que no tenemos que llegar a la violencia para rescatar los valores que tenemos que salvaguardar. Y que no venga una conflagración social.
Habla usted de una advertencia: ¿en qué términos la podríamos englobar o, por lo menos, dibujar en el horizonte inmediato de México?
Yo pienso que debemos tomar su ejemplo para buscar una auténtica libertad. No la libertad individualista que estamos padeciendo hoy en día, en donde se dice “yo puedo hacer lo que yo quiera”. La libertad tiene límites físicos y morales. No es la libertad del egoísmo hedonista. Los derechos de los demás no son una barrera. Es necesaria la solidaridad. Y eso lo vivieron Hidalgo y Morelos.. En segundo lugar, cultivar la sabiduría. Como decía Sor Juana Inés de la Cruz: poner la riqueza en el entendimiento y no el entendimiento en la riqueza. Y finalmente respetar la verdad. No nos engañemos. No hagamos de nuestra situación familiar, social y política una maraña de mentiras.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de septiembre de 2023 No. 1470