Existen cinco enemigos que abaten el alma y nos confunden espiritualmente. Estos enemigos actúan de forma inconsciente, provocan un daño espiritual, moral e incluso en algunas ocasiones físico. Quizás no sabemos identificarlos, y es por eso que en esta edición hablaremos de ellos.
Por Mary Velázquez Dorantes
EL SÍNDROME DE LA AMARGURA
La amargura es posible cada vez más. Algunos piensan que es derivado de un mal manejo de frustración o de expectativas muy altas, sin embargo, la raíz de que las personas nos volvamos amargas con la vida es la falta de perdón. Vivir con el sentimiento de no olvidar lo que el vecino, amigo o familiar me dijo o me hizo. También es vivir con aquello que no hemos aprendido a disculparnos a nosotros mismos.
Las ofensas pueden venir desde fuera o pueden ser fruto interno.
Cuando no aprendemos a perdonar le abrimos las puertas a la amargura, y la podemos identificar como esa sensación negativa, una baja autoestima, dureza y severidad para tomar decisiones o incluso para dar opiniones; pensamientos y acciones que nos producen infelicidad y que nos provocan un tormento constante y no permiten que tengamos momentos de paz.
ARROGANCIA TRADUCIDA EN SOBERBIA
Quizás este enemigo es difícil de reconocer y de aceptar porque vivimos en un tiempo donde todos creemos que somos mejor que todos, por lo tanto, la arrogancia actúan sigilosamente derivada de nuestras inseguridades y fragilidades. También es producto de la soledad que se experimenta actualmente, y entonces se construye una coraza dolorosa donde se levanta un muro de superioridad. Aquí se albergan los miedos, la insatisfacción, la indiferencia, las heridas del pasado. Es un enemigo que provoca el menosprecio de nuestro ser y de los demás. Debemos tener cuidado con las ideas y pensamientos que alimentamos, las conductas y opiniones que generamos en los lugares donde socializamos e interactuamos.
LA DESESPERANZA DE LA AFLICCIÓN
Todos en algún momento de nuestras vidas experimentamos aflicción, se trata de una emoción natural, de defensa y es muy intensa. Pero debemos cuidar qué hacemos con ella cuando nos invade porque puede crear un sentimiento de incomodidad que, incluso, puede desencadenar en la muerte. Se trata de una enfermedad espiritual que afecta todo nuestro ser, por ello debemos aprender a frenar todas aquellas sensaciones que nos causan desvelo, culpa, tristeza e incluso depresión. La aflicción provoca desesperanza y nos incapacita.
UN ESPÍRITU INCREDULO
Nada más contaminante que el germen de la incredulidad y la ausencia de fe. El hecho de no creer en la verdad de Dios es, incluso, un pecado que nos atormenta de forma constante, como una gota de agua que perfora un espacio. Padecer incredulidad nos aleja de Dios y sus promesas; nos hace rechazar la vida y el mundo que nos rodea, nos hace cobardes y nos provoca rebeldía
EL SHOCK DEL ORGULLO
El orgullo antes era llamado altivez. Es un camino donde la vida espiritual sale del sendero, nos aleja de la gracia divina, de las virtudes y hace que lleguemos al pozo del vacío espiritual. Al ser algo cotidiano, nos puede causar conflicto identificarlo, pero aquí te dejamos una pista: ser agresivos al interactuar con los demás, rechazar momentos de interiorización con nosotros mismos, poner en primer lugar los objetos y la vida material, colocarnos al centro de toda situación de forma egocéntrica, de esta forma actúa el orgullo y nos abate el alma.
Debemos aprender a estar alerta sobre estas nuevas formas que debilitan nuestro ser, que nos desaniman y provocan desesperanza. No podemos perder la batalla porque les dimos oportunidad de actuar de forma silenciosa, porque la tarea de todo cristiano es frenarlos con la ayuda de Dios.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de septiembre de 2023 No. 1471