Por Rebeca Reynaud

Decía Jean Serment: “He pasado toda mi vida en tensión, como un arco; pero nunca he sabido a dónde apuntar y lanzar la flecha”. Toda persona hace muy bien en buscar su propio camino y ser distinto de quienes le han precedido, sin embargo, hay quienes no encuentran sentido a su vida y le pueden dar un final drástico. Nunca está de más echar una mirada a las cosas bellas del arte y de la naturaleza, y a la historia, aunque sólo sea porque eso nos puede dar cierta perspectiva que arroje una luz sobre la propia vida.

Hoy la gente pide relatos de la vida real, de la literatura o de la historia, testimonios palpables, por ello hay que saber narrar, contar historias, y eso llega más que tanta argumentación.

Una conversación entre amigos, -y eso puede ser también la lectura de un libro-, ha de ser como un intercambio de impresiones con el que se quiere avanzar en el camino de la búsqueda de la verdad.

Tenemos en común que queremos sintonizar con las preocupaciones del mundo, que queremos hacer amable el bien y que somos personas que dialogan.  Para hacer las cosas bien, necesitamos conocer a cada persona que tratamos, reflexionar sobre las dudas que plantean, adecuar lo que pensamos para que perciban que esas ideas están conectadas con la vida. Ello requiere una escucha atenta e interesada, valorar lo positivo de las opiniones contrarias, aunque si es necesario se señalen los límites.

Hoy, es necesario hablar con un lenguaje comprensible y que se adecúe al nivel del público o del interlocutor, partir de los puntos comunes que se tienen. En este diálogo hay que conjugar los aspectos afectivos, intelectuales y volitivos para que sepamos relacionarnos con todos.

Es preciso saber profundizar en la verdad para tratar de llegar a una sabiduría del corazón que da plenitud a la vida. El reto que tenemos los adultos es enseñar a pensar a jóvenes y adultos, que significa enseñar a plantearse los problemas y a encontrar soluciones. Se trata de irnos ayudando a ser capaces de decidir bien, de discernir. Se trata de tener y de dar una visión optimista y esperanzada ante el futuro.

Un maestro, un periodista o un padre de familia, no es sólo un divulgador de conocimientos, sino alguien que, con su empeño y atención por cada persona, transmita un modo de vivir, unos ideales y unas convicciones valiosas para afrontar y disfrutar la vida.

Este proceso requiere tiempo y serenidad.

Tuve un profesor en Roma, Carlo Caffarra, que enseñaba que hay distintos tipos de verdades. Si el río Nilo mide 5 o 6 mil kilómetros no nos afecta personalmente. Esa es una verdad no existencial.  Lo que sí afecta nuestra vida son las “verdades existenciales”: Si creemos que Dios existe o no, si creemos que el alma es inmortal o no, pues de ellas depende el giro que le vamos a dar a nuestra vida. Y en esas verdades existenciales es donde muchas veces diferimos.

Siempre es interesante escuchar el punto de vista de otros pues hay aspectos que se nos escapan y nos ayudan a matizar o nos dan un dato extra a considerar, y siempre es bueno tratar de entender el punto de vista del otro.

No se trata de imponer ideas, sino de que cada uno veamos aspectos de la realidad que quizás antes no veíamos. A veces uno me siento tan pleno al leer o ver una serie, que quisiera compartirlo con los demás. Otras veces deseamos dar esperanza o hacer felices a los demás.

Lo más importante es que cada uno sea lo que debe ser, ¿y qué debemos ser? Eso es lo que hay que descubrir cada uno personalmente. Leamos lo decía Martin Luther King:

“Si no puedes ser un pino sobre el monte, sé una hierba, pero sé la mejor hierba pequeña a la orilla del arroyo. Si no puedes ser un árbol, sé un arbusto. Si no puedes ser una autopista, sé un sendero. Si no puedes ser el sol, sé una estrella, Sé siempre lo mejor de eso que eres. Trata de descubrir el proyecto que estás llamado a realizar y dedícate con pasión a cumplirlo en tu vida”. 

A veces muchos quisiéramos compartir la fe cristiana porque es bella y porque sólo Jesús y su Iglesia tienen la capacidad de curar las heridas que tenemos, y de llenar nuestros vacíos existenciales. Sin embargo, no es posible sustituir a nadie en el ejercicio de su libertad, pero el diálogo no sobra.

Sería interesante que cada persona se planteara dos cosas: Purificar su identidad y mostrar de modo bello lo que es bello. “Es tan erróneo cambiar en lo que no tienes que cambiar, como no cambiar en lo que tienes que cambiar” (Mónica Herrero).

 

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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