Por Rebeca Reynaud
Desde los tres años los niños empiezan a hacer preguntas. Recuerdo una sobrina de esa edad que, ante los diversos animales de dulce de una pastelería preguntaba, señalando con su dedito a cada uno a la vez: “¿Qué es?”, ¡la pregunta más profunda que existe! Luego preguntan: ¿Por qué llueve?, ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cómo vuelan los pájaros? ¿Existen los monstruos?
Los niños necesitan conocer la historia para comprender el mundo que les rodea y para entender su propia vida. La historia no es sólo la vida del pasado, es la forma del cambio cuando los niños y los preadolescentes se hacen preguntas.
Con la historia los niños viajan miles de años atrás. El mundo en que vivimos no siempre respeta lo natural, y los acontecimientos no son inevitables. Por eso es muy interesante que los niños formulen preguntas.
Nosotros tenemos respuesta para las preguntas que se hacen los niños como ¿qué ocurre después de la muerte?, pero es interesante oír sus puntos de vista antes de darles el nuestro.
La gente que estudia historia siempre se hace preguntas. Detrás de nosotros hay miles de años de historia. La historia es la memoria que nos enseña quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Y quizás nos preguntemos: De todo esto ¿qué nos conviene conservar? Y de allí decidimos qué conservar del pasado que nos ayude a vivir una vida plena.
La historia de Adán y Eva nos enseña que el ser humano siempre quiere ser como Dios, y, si no renunciamos a ello, nos va mal porque deseamos un fruto prohibido, inalcanzable y que nos lleva a preferirnos a nosotros mismos sobre todas las cosas y a rechazar a Dios. Y es una historia que, si no se aprende bien, la vamos a repetir. Volveremos a querer “ser como Dios”. Podemos ser como dioses siendo buenos hijos de Dios, pero no ser como Dios contra Dios. Hay que centrar bien el tema.
Los niños necesitan hacerse preguntas que cuestionen la narrativa política, económica, social y cultural que dominan la sociedad de nuestros días.
Tik Tok no puede ser una de las pocas fuentes a la cultura de los niños. Hay que diversificar su panorama cultural a través de libros y caricaturas que no traigan ideología de género, como las de Walt Disney o las japonesas.
Aprender historia es aprender de los aciertos y errores humanos, pero también es muy peligroso. Nunca se ha visto un gobierno prohibir a los niños estudiar matemáticas, pero sí ciertas partes de la historia. En México, la historia de los cristeros está borrada de los libros de texto oficiales y de los museos de historia del país, porque el gobierno queda muy mal.
No sabemos cómo será el futuro. Pero sí sabemos que hay que preparar a los hijos, y prepararnos nosotros –con una fe fuerte- para ser capaces de ser mártires, como nuestros cristeros.
Hay que preparar a los niños para que sepan lidiar con un fracaso o con un hermano difícil, y tener la flexibilidad y la inteligencia emocional para llevarse bien con todos, y para hacer frente a un cambio fundamental en su vida.
Cada uno debe trabajar su inteligencia emocional como mejor le vaya: con baile, senderismo, deporte, meditación, retiros, conversaciones y convivencia con amigos, etc.
Las humanidades hoy son más relevantes que nunca, precisamente por el desarrollo de la tecnología, de la ecología y de las ideologías. Lo principal que los niños deben de aprender es el amor a la verdad. La filosofía es más relevante que nunca pues muchas preguntas que nos hacemos ya fueron resueltas hace cientos de años.
Actualmente, la mayor parte de los juguetes son feos o monstruosos porque quieren deformar el sentido estético y hacer aceptable lo repugnante. En esto hay que ayudarles a discernir.
Por último, podemos comentar que saber contemplar el Arte y la naturaleza ayudan a los niños a apreciar la belleza y a dar gracias a Dios por el ingenio humano y por las bellezas naturales.