Por Raúl Espinoza Aguilera
Totalitarismo es el término con que se conocen a las ideologías, movimientos y regímenes políticos donde el Estado ejerce un poder total, sin divisiones. En estos regímenes no hay libertad o es muy limitada. Este término nació en el período de entreguerras en el seno de los fascismos para definir el régimen político que querían construir en oposición al Estado democrático. La definición viene del dictador Benito Mussolini, de la Italia fascista: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado y nada contra del Estado
El régimen del terror
Mussolini fue el líder del Partido Fascista Republicano. Nació en 1883 en Varano del Costa Forlí, en la región de Emilia-Romaña, y fue fusilado en 1945. Fue un político militar y, más tarde, se convirtió en un implacable dictador en Italia y líder del Partido Nacional Fascista, del Partido Fascista Republicano y del Consejo de Ministros Reales de Italia desde 1922 a 1943. Posteriormente se le llamó el “Guía” (“Duce”) de la República Social Italiana.
Estableció un régimen de terror durante ese período, conocido como el “Fascismo Italiano”, bajo el beneplácito del Rey Víctor Manuel III, más por presión política que por propia convicción. Por tantas injusticias que cometió y actos aterradores realizados, además su unión con el Tercer Reich, quién fue el prototipo del dictador fascista, Adolfo Hitler, de la Alemania Nazi. A este último, se le considera, por sus actos beligerantes y discursos amenazadores, el detonador de la Segunda Guerra Mundial.
Mussolini generó el odio popular y cuando las tropas Aliadas invadieron Sicilia, este tirano italiano pretendió huir, pero fue capturado y ejecutado, junto con su amante Clara Petacci. Los cuerpos fueron trasladados el mismo día hacia Milán y fueron expuestos en una gasolinería de la Plaza Loreto. Y los cadáveres fueron colgados de los pies.
Stalin, “el viejo zorro” implacable
Otro conocido dictador fue José Stalin (1868-1953). Fue un político y general soviético, de origen georgiano. Pasó una paupérrima infancia y adolescencia. Pero era un hombre sagaz, siempre a las órdenes de Vladimir Lenin. Esperaba su muerte para tomar el poder político de Rusia. Lenin falleció en 1924. A partir de ese momento, “como un viejo zorro” estuvo esperando el momento de dar “el salto” y tomar el poder. Para ello, mantuvo una permanente rivalidad con sus posibles adversarios que quisieran suceder a Lenin en el poder, particularmente con León Trotsky, que era más culto, preparado para gobernar, buen orador y líder de un movimiento internacional de izquierda revolucionaria, llamada la “Revolución Permanente” o “Troskismo” y en 1938, fundó “La Cuarta Internacional”.
Por estas razones, José Stalin lo persiguió por varios países de Europa. Hasta que en Latinoamérica, en concreto México, le dio asilo político bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas. Trotsky con su compañera se sentía más seguro en su casa de Coyoacán, Ciudad de México. Hasta que el 20 de agosto de 1940, un espía al servicio de José Stalin llamado Ramón Mercader, le mostró unos escritos y Trotsky para poder leerlos mejor se acercó a la ventana y teniéndolo de espaldas, Mercader le clavó un piolet en la cabeza provocando una herida mortal que terminó con su vida. Esto nos da una idea de la crueldad implacable de Stalin, causando -ante la opinión pública- una conmoción internacional.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de octubre de 2023 No. 1476