Por P. Fernando Pascual
El padre abad se sentó para escribir una nota a aquel joven que había encontrado en una parroquia lejana.
“Nos encontramos en un punto del camino. No nos conocíamos, pero quisiste abrir tu corazón y presentar el drama de tu vida.
Intenté ayudarte con algunas palabras, pero no sé si llegué a los problemas centrales que tanto te hacen sufrir.
Sé que Dios trabaja siempre. Actúa en tu corazón como actúa en el mío. Lo importante es abrir espacios y silencios para escucharle.
Pero quise también darte una mano, y no sé si lo conseguí. Te recomendé algún libro, te di algún consejo, te invité a una mayor confianza en Dios.
Tú y yo hemos vuelto a nuestras tareas. Como te dije, rezaré por ti, y te pedí una oración por mí, pues todos somos del mismo barro.
En tu camino, estoy seguro, hay y habrá personas que te den luz, consejos, desde un cariño sincero y una fe auténtica.
Lo importante es aprender a descubrir aquello que sirva para tu vida, para tus luchas, para tus esperanzas.
Tienes un pasado que necesita ser asumido con paz. Hay heridas que te acompañarán toda tu vida, pero también hay luces que te guiarán siempre.
Sigue adelante. Si te equivocas, levántate, pide perdón a Dios y a quien hayas podido ofender, y no te desanimes.
Si tomas decisiones justas, dale gracias a Dios por haberte iluminado y pídele que la soberbia no entre en tu corazón.
Salúdame mucho a tus padres. No sé si volveremos a encontrarnos en esta tierra. Confío, al menos, que un día nos acoja Dios y podamos, junto a tantos santos de todos los tiempos, cantar para siempre su Amor.
Tuyo siempre en Cristo…”
Imagen de Amor Santo en Cathopic