Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
Margen es la extremidad y orilla de una cosa; es el espacio que queda en blanco a cada uno de los cuatro lados de una página. Marginados son los que están en el margen, fuera de, en la orilla, los excluidos, los que no son nadie ni importan, los que carecen de nombre propio y de valor. La basura humana, los últimos de los últimos.
¿Quiénes son? Por lo menos estas quince especies: deficientes mentales, locos, ciegos, minusválidos, homosexuales, prostitutas, drogadictos, delincuentes, presos, inmigrantes, vagabundos, mendigos, solitarios, sidosos. Son mucho pueblo, mucha gente de nuestra misma sangre; pero no con nuestros derechos, sí en cambio con nuestros olvidos y desprecios, los incomprendidos y desechados impunemente de la comunidad de los buenos, los sanos, los puros, los normales.
No se han autoexcluido, nosotros los hemos excluido; porque quedan fuera de un sistema en que el hombre vale por su eficacia y productividad. Y los marginados no producen, cuestan dinero y cuidados a una sociedad avara y comodina; por eso oscilan entre la frustración y la supervivencia. Para los demás es el pan, los marginados reciben apenas las migajas.
Su presencia desmiente la felicidad instituida y ficticia de nuestra sociedad que no resiste la prueba de la angustia que ellos encarnan y se ha convertido en esclava de falsas “necesidades”. Como vivimos en la época del analgésico, el hombre de hoy no resiste ni ver el dolor ajeno, ni sabe compadecer, ni ayudar a quien sufre. Viva la “felicidad”.
Estos seres humanos que hemos puesto a la orilla son en buena parte resultado de nuestras acciones y omisiones culpables, aunque luego nos desentendamos de ellos como si, por ignorarlos, dejaran de existir; o al rechazarlos, dejaran de acompañarnos en la misma comunidad de todos.
Los últimos de los últimos nos ponen al descubierto la hipocresía de tantas afirmaciones engoladas sobre los derechos humanos, según intranquilizan “las buenas conciencias” de quienes nos situamos, dentro de la sociedad que se tiene por digna y por normal.
Artículo publicado en El Sol de México, 13 de febrero de 1997; El Sol de San Luis, 22 de febrero de 1997.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de octubre de 2023 No. 1473