Por P. Fernando Pascual
A primera vista, parecería que las palabras “ambientalismo” y “conservadurismo” serían opuestas, pues algunos presentan el ambientalismo como algo propio de las ideas progresistas.
Si observamos bien uno de los objetivos más importantes del ambientalismo, notaremos que tiene un fondo fuertemente conservador.
¿Cuál sería ese fondo? Preservar, conservar, defender el ambiente de los daños provocados por el ser humano en el pasado y en nuestros días.
En otras palabras, los ambientalistas buscan conservar lo que consideran como patrimonio biológico, climático, paisajístico, del planeta tierra, para evitar cambios radicales que dañarían ese patrimonio.
El ambientalismo necesita, para dar mayor peso a sus propuestas conservadoras (a favor de conservar el ambiente), explicar con buenos argumentos por qué un ambiente (el del pasado, el que no habría sido “dañado” por el hombre) sería mejor que otro ambiente (el del presente, surgido desde las acciones humanas).
Una primera explicación parece evidente: solo podemos vivir en el planeta si éste cuenta con un clima saludable, si se evita la contaminación dañina, si se conservan las plantas y los animales que nos sirven no solo como alimento, sino también como compañía.
Por este motivo, y por otros que pueden tener más o menos importancia, los ambientalistas exponen sus tesis y buscan que sean acogidas por los gobiernos y por la gente, para que sea posible conservar, de la mejor manera posible, el ambiente.
En ese sentido, el ambientalismo tiene un sorprendente matiz “conservador”, y pone en jaque ciertas visiones del “progreso” que tanto daño han hecho y hacen al planeta.
Desde luego, conservar el ambiente necesita ulteriores respuestas a otras preguntas, entre las que destaca la más importante de todas: ¿por qué vale la pena el esfuerzo para que la especie humana continúe su existencia en el planeta junto a las otras formas de vida que conviven con nosotros?
Ya se han formulado diversas respuestas a esta pregunta, como la de Hans Jonas en su obra El principio responsabilidad. Lo importante, en este tema como en cualquier otro, es comprender lo que está en juego y los principios antropológicos y éticos que ven la conveniencia de un esfuerzo colectivo por “conservar” el ambiente de nuestro planeta.
Lo cual es algo sumamente urgente no solo para nuestra generación, sino también, como subrayaba Hans Jonas, para las generaciones futuras, que solo podrán vivir, y vivir sanamente, si reciben de nosotros un ambiente limpio y bien equilibrado.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay