Muchos apenas han oído hablar de Jesús y, a la vez, se sienten insatisfechos ante las propuestas terrenas más difundidas. Se nos pide saber comunicar la novedad de Cristo y, para eso, necesitamos conocerlo y tratarlo asiduamente. 

Por Rebeca Reynaud

El secretario de Benedicto XVI nos reveló que el Papa se propuso fortificar la fe del pueblo de Dios por encima de todo, porque veía los peligros de la secularización y de la relatividad.

Juan Pablo II no hizo ver que se necesitaba una nueva evangelización. Para crear una nueva cultura los cristianos necesitamos leer libros, aumentar nuestra formación doctrinal y posicionarnos en lugares clave, o en el lugar donde Dios quiere que estemos. De lo que se trata es de evangelizar con palabras, estudio, obras y coherencia de vida.

Facilitar el encuentro con Jesucristo 

Como en la Iglesia primitiva, sólo un mejor conocimiento del rostro amable de Jesús y una amistad profunda con Él nos permitirán sorprender a nuestros contemporáneos con una noticia esperanzadora y alegre: la que supone descubrir al Señor como el único capaz de llenar los dolorosos vacíos de sentido en los que tantos se angustian.

Benedicto XVI insiste en la necesidad de fortalecer la razón, y en la importancia que ha tenido, ya desde sus orígenes, el encuentro del cristianismo con la tradición filosófica helénica. Su encíclica. Deus caritas est, es un ejemplo de su voluntad de reconciliar razón y fe en el núcleo mismo del cristianismo.

La fe nos abre nuevos horizontes más allá del ámbito propio de la razón, y, a la vez, la fe purifica a la razón ya que la libera de su ceguera. La razón abierta a la trascendencia, a la búsqueda de la verdad, es un recurso para que la religión no degenere en superstición.

Hay una dependencia entre el crecimiento de la persona y el plan creador divino. Tenemos una gran aventura de elaborar una síntesis cultural, que corresponde sobre todo a la universidad. La ciencia podría estar abierta a la filosofía y a la teología, y, a su vez, la teología estar abierta a contar con la ciencia.

La fe ilumina la inteligencia en nuestro existir diario; supone poner medios para que nuestra razón sea católica. Según sus capacidades, cada uno ha de profundizar en su formación cultural, para así comprender mejor los problemas de nuestro tiempo. Las lecturas de calidad ayudan en muchos aspectos, entre otros, añaden información y conocimientos. Dice el Papa Francisco: “No se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida” (Eslovaquia, 15.IX-21).

Examinar con calma los argumentos contrarios ayuda a hacerse preguntas, estimula a madurar las propias ideas. Omitir este primer paso puede llevar a los oyentes a aceptar algo sin interiorizarlo. El argumento de autoridad tiene una vigencia limitada, y en la mayor parte de los temas no es suficiente; por el contrario, penetrar en las razones del otro permite poner de relieve los límites de esas ideas, por muy generalizadas que estén. Sin un verdadero interés desinteresado por el otro, no llegaremos nunca a comprenderlo a fondo: sólo el amor entiende de lo concreto.

La cultura actual exige que los cristianos participen en los debates públicos y que estén bien informados. Una amiga mía, abogada, fue avisada por su jefe de que debería de representarlo en una junta sobre la legalización de las drogas. Ella se dedicó casi una semana a leer sobre el tema y a defender la salud de la población contra los estupefacientes. Al llegar a la reunión se encontró con un grupo que no había estudiado el tema. Iban a hablar de lo que en ese momento de les fuera ocurriendo. Así no puede existir un debate serio, donde van a aflorar el relativismo, la tolerancia o el deseo de imponer las propias ideas sin ponerles fundamento.

El diálogo político requiere aunar esfuerzos para construir el bien común, y para ello se puede contar con argumentos racionales que iluminen las conciencias. Es relativamente fácil ponerse de acuerdo en cuestiones de justicia, solidaridad, desarrollo y cultura. Toda cuestión puede encontrar respuesta desde una perspectiva cristiana, aunque a veces no sea fácil formularla.

 
Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay


 

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