La muerte de un ser querido es un momento muy delicado. Si bien es cierto que la muerte es dolorosa, en algunas circunstancias puede ser aún más traumática. Cuando atravesamos esos momentos tan difíciles, sin importar nuestras creencias, la mayoría de nosotros sentimos la necesidad de tener un recogimiento espiritual, es decir, de concentrar nuestros pensamientos en la espiritualidad. Por esta razón, la oración nos permite abrir el corazón al espíritu de consolación que Dios envió, también nos permite presentar a los más afectados por esta muerte (viuda/viudo, padres, hijos), y acompañar el alma del difunto en su encuentro con el Padre.

A medida que pasan los días, los meses, los años, el dolor nos oprime menos, y la ausencia se vuelve más llevadera, sin embargo, nuestros muertos siempre necesitan nuestras oraciones. No debemos olvidarnos de rezar por ellos, y de pedirles también que recen por nosotros. Nuestra relación con ellos no se termina con la muerte, sino que permanece muy viva.

Por ejemplo, podemos aprovechar el 2 de noviembre, día de los muertos, para rezar por los muertos de nuestras familias y visitar sus tumbas. Del mismo modo, podemos simplemente incluirlos en nuestra oración de la noche, o rezar un Padre Nuestro o un Ave María por ellos. Además, se pueden celebrar misas por los difuntos, en la que el sacerdote dirá una intención y toda la congregación presentará al fallecido en sus oraciones.

Las almas del purgatorio también necesitan mucho de nuestras oraciones, ya que ellas se purifican con la esperanza de poder unirse al Señor, y nuestras oraciones les ayudan a hacerlo. Así que no olvidemos rezar por ellas cada vez que nos sea posible.

Publicado en Hozana

Imagen de dinax en Cathopic


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