Por P. Alejandro Cortés González Báez

Haga usted la prueba y pregúntele a quienes quiera: ¿Qué es la Misa? y verá como la respuesta más frecuente es: “La Misa es ir a oír la palabra de Dios”. De ser así podríamos aclararle al cuestionado que no le preguntamos: ¿qué haces cuando vas a Misa? sino: ¿Qué es la Misa?

Pero el error fundamental está confundir el todo con las partes. Es decir, dentro de la misa existen dos partes: La liturgia de la palabra y la liturgia eucarística. La primera sí consiste en escuchar textos bíblicos junto con la explicación —que de manera oficial— hace el sacerdote en nombre de la Iglesia en su homilía. En esta primera parte la Iglesia enseña a los fieles la doctrina revelada por Dios.

La segunda parte de la Misa es la más importante, pues en ella encontramos la “Consagración” es decir, el momento en el cual Jesucristo, tomando al sacerdote como un instrumento, realiza el milagro de la “Transubstanciación” o cambio de la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre. De esta manera se hace realmente presente, superando esencialmente lo que sucede en una función teatral donde los actores “representan” al personaje real, es decir, se suplanta al personaje real con uno ficticio.

De alguna manera se puede afirmar lo mismo de muchas de las ceremonias religiosas en las diferentes confesiones cristianas, donde no se puede hacer más que alabar a Dios, leyendo las Sagradas Escrituras, cantando y elevando las oraciones de los presentes, pero sin contar con la presencia real —de forma sacramental— de Jesús.

Desafortunadamente para este tema, en castellano la palabra “representar” es equívoca, pues entre otros significados sirve tanto para repetir algo ocurrido en la historia, como para indicar la acción de escenificar, con medios teatrales, un hecho anterior. Ahora bien, cuando afirmamos que en la Misa se representa la última cena y la muerte de Jesús en el monte calvario, lo hacemos apoyándonos en el primer significado. Es decir; realizar una vez más lo mismo: “repetir”. De forma que el mismo Jesús muere para conseguir nuestra redención como lo hizo hace veinte siglos. Lógico, esto es un misterio incomprensible para nosotros.

La palabra “Misa” viene de: “misión” en cuanto un encargo que ha se ha de llevar a cabo. Esta misión consiste en anunciar, con las palabras y la propia vida, la esperanza resultante de la unión con un Dios que nos ama, nos ha perdonado, y espera que vivamos unidos a Él en este tiempo, y después de morir. Los fines de la Misa son cuatro: Alabanza. Acción de gracias por todos los beneficios recibidos. Acción penitencial, por la cual pedimos perdón. Y solicitación de todo tipo de bienes: salud, lluvia, paz social, etc.

La Misa es obligatoria para los católicos todos los domingos del año y las fiestas de guardar, que en México son cuatro: 1º de enero; 12 de diciembre (Nuestra Señora de Guadalupe); 25 de diciembre (Navidad); y la fiesta de Corpus Christi (Jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad).

www.padrealejandro.org

 

Imagen de Andrés Castro en Cathopic


 

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