Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Para acceder a la verdad en sus diversos campos y matices, es necesario seguir un camino o, técnicamente, una metodología. Según sea el tema, así mismo será la metodología; hay tantas metodologías según el asunto a tratar o la ciencia a conquistar.
Hay un camino que es necesario recuperar, ante tantas sendas que nos han extraviado y confundido en las diversas encrucijadas de la vida: el Amor como camino de la Verdad.
Así tenemos el primer camino natural que se nos ofrece en la vida de familia.
Al celebrar el Domingo de la Sagrada Familia, nuestra atención se dirige a Jesús, María y José. Nos acercamos a Dios Hijo que quiso entrar en la Historia, así como hijo de familia; nace de una Mujer, de la Santísima Virgen María quien bajo el Espíritu Santo lo engendra y san José será su Padre Custodio. Ellos santifican la vida familiar y nos señalan la vocación y la misión de toda familia: el Amor.
De la buena salud de la familia depende el bien de la persona y de la sociedad, como lo señalara frecuentemente san Juan Pablo II.
“Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable…Este vínculo sagrado, en atención al bien, tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad…” (G et Sp 47). De aquí que la familia tenga una intrínseca dignidad y un valor eximio.
En la familia se debe experimentar la verdad y la belleza del amor humano que es expresión y camino del amor divino. El amor en familia es camino de la verdad del misterio de la persona humana en cuanto tal.
El día primero del año, la Iglesia nos invita a celebrar el misterio de la Maternidad divina de María Santísima. ‘Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer’(Gál 4, 4). María de Nazaret, Miriam de Judá, es la Madre del Salvador Jesús, quien es engendrado por ella bajo el Espíritu Santo; es Madre de la Persona y si la persona es divina unida a la naturaleza humana, es Madre de Dios, Theotokos,-engendradora de Dios, como lo definió el Concilio de Éfeso (431).
Este título dogmático de María Santísima, es una verdad de fe, fundamento de la grandeza de María y principio mariológico por excelencia, sin olvidar que con el Vaticano II, se le considera también a María como prototipo de la Iglesia en ese resumen extraordinario de la Lumen Gentium que es el Capítulo VIII.
Dios ha querido implicar a la Virgen Santísima cooperando con Cristo Jesús, a nuestra salvación. Ella es la Madre de Jesús, la Madre del Señor (cf Lc 1, 43); es ‘la Madre, su Madre’ (cf Jn 2,1-3). Por ello, tanto en Oriente como en Occidente se honra a la Madre de Dios, Madre de Jesús, con fiestas litúrgicas, -como la que hoy celebramos, con imágenes devotísimas o iconos orientales, de himnos, la letanía lauretana, el akástitos, cánticos hermosos y templos en todo el orbe católico, a tal grado que con san Bernardo diremos ‘numquam satis de María’, es decir, de María nunca hablaremos bastante; también lo podríamos atribuir a obras por realizar en honor de Ella y por Ella; por supuesto, primero imitarla en sus virtudes.
Para nuestro bien podríamos recordar a san Agustín quien afirma ‘Antes que en su cuerpo, María concibió a Cristo en su corazón, en calidad de discípula extraordinaria y privilegiada, como modelo de discipulado.
Ella puede ser camino del amor para encontrar la Verdad.
Desde el 1 de enero de 1968, san Pablo VI, instituyó la Jornada Mundial de la Paz, quizá en eco a la primera lectura del libro de los Números (6, 26) en la cual se proclama la bendición de Dios ‘Que el Señor…te conceda Paz’, don mesiánico por excelencia del Príncipe de la Paz, ante los tiempos aciagos que vivimos con las guerras nefastas y la violencia criminal en México.
En esta Jornada el Papa nos da un Mensaje en orden a promover la Paz. Ahora el Papa Francisco en la Jornada 57 nos ofrece su mensaje de paz en relación a la responsabilidad ética que se ha de tener ante el uso de la ‘Inteligencia artificial’, la cual conlleva promesas y riesgos.
En este campo del uso de la inteligencia artificial, es necesario seguir el camino del amor para encontrar y vivir la Verdad.
Termino con estas palabras de san Agustín en las Confesiones (X, 6,8 ): ‘Atravesaste (Señor) mi corazón con tu Palabra y te amé. Pero tanto el cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, he aquí que por todas partes me dicen que te ame’. ‘Sagittáveras tu cor nostrum caritate tua, et gestabamus verba tua trasfixia viscéribus’, -Habías asaeteado Tú nuestro corazón con tu amor y llevábamos tus palabras atravesadas en nuestras entrañas (Íbidem IX, 2, 3).
Así el camino de la Verdad es el Amor, el camino del Amor es la Verdad y no hay otro.