Por P. Fernando Pascual
Amar la verdad: parece sencillo, incluso lo deseamos desde lo más hondo del alma.
Luego descubrimos que no resulta fácil, sea porque hace falta estudio, sea porque hay verdades que incomodan.
Pero si comprendemos que la verdad nos permite conocer personas, cosas, situaciones, y si recordamos que la vida es bella cuando nos guiamos desde la verdad, entonces emprendemos con gusto el camino hacia ella.
Con frecuencia se define a la filosofía como amor por la verdad. Sin embargo, causa extrañeza encontrarnos tantos errores entre los filósofos.
El verdadero filósofo, tal y como lo describieron Sócrates, Platón y Aristóteles, busca con energía la verdad. Si alguno se equivoca ello se debe a que no es un auténtico filósofo, o al hecho de haber cometido un error de modo involuntario.
Por eso, todos tenemos un alma de filósofos, porque deseamos huir de errores y engaños, y avanzar poco a poco hacia la verdad.
Para ello, hace falta comprometerse en el estudio, escoger y llevar a cabo buenas lecturas, escuchar a personas sensatas y honestas.
Al mismo tiempo, el amor por la verdad nos lleva a reflexionar y evaluar cualquier dato que aparezca ante nuestros ojos, para identificar si nos ayuda en la búsqueda o nos desvía hacia el error.
Amar la verdad: es una de las dimensiones más hermosas de la existencia humana, por la que vale la pena un esfuerzo continuo por mejorar nuestras habilidades intelectuales y por acceder a buenas lecturas y a sabios compañeros de camino.
Desde ese amor a la verdad, hoy podré separarme de errores, poner entre paréntesis informaciones no seguras, y acoger con gozo reflexiones y datos que me permitan conocer mejor ese mundo en el que se desarrolla mi existencia terrena.