Por P. Alejandro Cortés González-Báez
De mi grata estancia en Roma, hace ya más de treinta años, recuerdo las noticias en la televisión sobre el crecimiento del río Tiber, durante una época de intensas lluvias. El conductor del programa solía decir cosas como: “El alcalde de la ciudad visitó tal puente, y se informó de que la corriente del río creció tanto, ayer se inundaron tales colonias; pero afirmó que todo está bajo control”. Después de varios días, en que se repetían las mismas informaciones aunque con datos nuevos, pude darme cuenta de que, al hecho de saber cuánto habían crecido las aguas, y conocer qué barrios se habían inundado, lo denominaban: “Todo está bajo control”.
También en nuestras vidas hay algunos detalles, un tanto desordenados, a los que probablemente nos hemos acostumbrado a tenerlos simplemente “bajo control”.
Fijémonos en que los drogadictos, alcohólicos y fumadores saben bien que sus vicios los dañan. Aquellos hombres infieles a sus esposas suelen ser conscientes de que su conducta es mala. Las mamás se dan cuenta que, cuando se desesperan no deberían gritarle a sus hijos, pues con esa actitud no los están educando. Todos queremos que no haya guerras, y siempre las han habido. Los gordos saben que deberían seguir una dieta, y sin embargo, no la viven. Todos sabemos de las ventajas de hacer ejercicio, pero nunca tenemos tiempo para ello.
Estos son algunos ejemplos de realidades que están mal, y que todos sabemos que está mal, y que seguirán estando mal… mientras nosotros no tratemos de corregirnos antes de corregirlas. En una de mis revistas favoritas, leí que un filósofo irlandés afirmó recientemente en una conferencia, que él se había hecho famoso en su país, dado que tomó la decisión de pensar dos veces por semana; pues la inmensa mayoría de los humanos pensamos una vez al semestre.
Si ponemos atención a nuestra forma de vivir, caeremos en la cuenta de que solemos decidir, pero pocas veces lo hacemos pensando. Muchas de nuestras decisiones se basan en los sentimientos y suponemos que estamos pensando; pero con frecuencia desconocemos el motivo de nuestra elección, y mucho menos, si aquello nos dirige hacia el fin que tenemos como seres humanos, y si además aquello encuadra con la vocación individual que cada persona ha de desempeñar en su propia vida.
Por lo anterior podemos caer en las redes de la mercadotecnia, que nos promete hacernos guapos, libres y ricos, cada día con más facilidad, y a un bajo costo. Por otra parte, una inmensa cantidad de esas elecciones, tienen como único motivo, el cumplir un simple capricho, regidos por los gustos del gran yo. De esta manera, nuestras vidas han sido preparadas como las sopas enlatadas: Abrir y comer.
De todo ello deduzco que, hoy por hoy, pensar se ha convertido en un lujo y que al igual que la salud, no debería depender de un estatus social; ni económico; ni siquiera del nivel académico; sino de la calidad humana de cada individuo.
Imagen de Mabel Amber en Pixabay