Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Vivimos inmersos en la publicidad a veces engañosa y altamente superficial.

Nos abruman las campañas políticas de palabrería, sin el sustento de lo verdadero con el oropel que adorna discursos para atraer voluntades.

Parece que primero es la búsqueda de los votos, más que cualquier cosa y a cualquier precio. Estamos en la guerra de descalificaciones en las cuales campean los sofismas como armas arrojadizas de descalificaciones y generalizaciones.

Una marea de ruidos aturdidores nos sumerge en el vacío y en la oscuridad de la sin razón del vivir.

Quizá el Premio Nobel de Literatura 2023, el noruego y convertido católico, -antes marxista, Jon Fosse, sea una de esas voces en el desierto de las sociedades modernas, que nos invita al silencio y a la contemplación de la realidad, más allá de las superficialidades.

Hoy en los medios hay muchos que se consideran conocedores de Jesús y se la pasan en ataques continuos al Papa Francisco quien, a diestra y a siniestra, nos ofrece el Evangelio de la Misericordia, sin glosas, el cual es el Evangelio Jesús.

Otros tantos, también tienen un conocimiento del mismo Jesús, de oídas y sin profundidad.

Juan el Bautista, es la voz que clama en el desierto y el testigo de la Luz; no usurpa al Mesías. Es un hombre sencillo y de impacto, por la sencillez y radicalidad de su Mensaje: ‘en medio de ustedes hay alguien al que no conocen’. Él nos allana el camino para el encuentro con Aquél que es la Palabra y la Luz que viene a este mundo a iluminar la oscuridad de nuestro interior (cf Jn 1, 6-9.19-28).

Más allá de discusiones interminables es necesaria la actitud interior de hacer desierto, de escuchar el silencio para que la Palabra Jesús, emerja como Mensaje y con humildad de corazón podamos ser su voz; que desde la oscuridad de nuestros conceptos e imágenes brille Él mismo con su nítido resplandor.

¿Podríamos acercarnos al sencillo nacimiento de Belén para adentrarnos en el misterio del amor del Padre que tanto nos amó, que nos entrega a su Hijo Palabra e Hijo de la Santísima Virgen María? ¿Al mismo Jesús Niño, que me amó y se entregó por mí al nacer en ese pesebre?

¿Podríamos acercarnos a la Palabra y a la santa Eucaristía para adéntranos en el misterio de su amor eterno convertido en una caricia para mí?

Si esto hacemos podríamos allanar el camino para que otros hermanos que viven en oscuridad y sombra de muerte, encuentren a Jesús, Redentor y Luz, en nuestro tiempo y en nuestro entorno.

Imagen de Christel en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: