Por P. Fernando Pascual
Me levanto. Leo algunas noticias. Cuido mi aseo personal. Tomo un café y algo de fruta. Salgo a trabajar.
Cada decisión puede parecer intranscendente, pero entra en la biografía poco a poco, semana tras semana.
Hay decisiones de mayor importancia: la carrera a iniciar, el trabajo que nos ofrecen, un cambio de ciudad, un viaje que esperamos transcurra serenamente.
En ocasiones, nos toca recibir las consecuencias de lo que otros deciden, o de fenómenos externos: un terremoto marca de modo indeleble la vida de miles de personas.
Así, día a día, nos dedicamos a construir la propia biografía, esa que permanece en nuestra memoria y nos orienta a nuevas etapas de la vida.
Nos gustaría que esa biografía fuera limpia, sin errores nuestros y sin injusticias ajenas, llena de bendiciones y de triunfos.
Pero las cicatrices se acumulan con el tiempo, aunque no faltan caricias y gestos de amor que hacen más suave el camino.
Este día tomaré decisiones, en lo sencillo y rutinario, o en asuntos que pueden cambiar mi vida o la de otros.
Dios, que guarda en su corazón cada biografía humana, me observa con cariño y me invita a dar esos pasos que hagan de mi historia, y de la historia de quienes se relacionan conmigo, un pequeño canto a la justicia, al amor y a la esperanza.
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