Por Rebeca Reynaud

Nuestro mundo actual ha dejado de ser inocente. Hannah Arendt pensaba que el milagro que salvará al mundo es la natalidad. Los niños que llegan al mundo encierran un poder transformador y esperanzador. 

Las ideologías pretenden que se pierda la naturaleza, la racionalidad y la trascendencia. Por ello María Calvo propone llevar a cabo la revolución del amor desde la familia. Si los padres procuran hacerse felices el uno al otro, sus hijos van a ser felices y van a tener un buen modelo. Los padres han de ser custodios de la inocencia de sus hijos.

Los niños y jóvenes tienen hambre de amor y de verdad. Algunos llevan heridas que Jesucristo y su Iglesia pueden sanar, y también ayudan mucho las buenas amistades. Todos tenemos capacidad de restaurarnos.

Hoy se discute en qué momento de la gestación una persona tiene derecho a vivir.  Algunos que dicen que un hijo es persona desde el momento en que empieza a latir su corazón o desde que tiene actividad cerebral. Pero recordemos esto: un ser humano no tiene que llegar a demostrar que merece vivir. Los demás tenemos la obligación de respetar su vida (Marcial Padilla).

La embriología y la biología molecular modernas demuestra que el cigoto es un ser humano, es decir, es una persona distinta a la madre. Quienes niegan esta realidad y desacreditan a la ciencia defienden la ignorancia y el oscurantismo, pues colocan su ideología y sus creencias personales, por encima de la evidencia científica.

Pero hay algo más que agregar sobre este punto: La legislación mexicana en materia de salud, y las políticas de salud públicas que se realizan a través de la SSA, el IMSS y el ISSSTE procuran cuidados prenatales para el buen desarrollo del embrión y la prevención de enfermedades desde el útero. Las instituciones de salud y el Estado mexicano reconocen que la persona no nacida es un ser humano y le procuran su bienestar.

Mientras tanto, la ideología abortista afirma que las personas adultas pueden negarle a una persona por nacer la dignidad, el derecho y la personalidad. Según convenga a la madre, o a sus explotadores, un embrión humano puede ser considerado una persona o un “producto”.

Como resultado, la protección de una persona y su reconocimiento quedan sujetos a la voluntad de otra persona. Arbitrariamente se puede decir cuándo es un infante por nacer y cuándo se es una cosa sin derechos. Es un pésimo precedente legal, cuando se considera, además, que se discrimina a la persona por nacer en razón de su edad.

Autoras feministas como Christina Hoff Sommers y Jane Haaland, demuestran que el feminismo abortista es una facción que lejos de representar el interés de todas las mujeres, en realidad defiende una posición elitista, que desprecia a las mujeres que de manera voluntaria eligen el ejercicio de la maternidad.

En España y Argentina se han realizado entrevistas que demuestran que por lo menos la mitad de los abortos considerados voluntarios NO lo son en realidad. Entre las menores de edad pesa la presión de la familia, mientras que entre las mujeres adultas las principales razones para abortar son la presión de la pareja, de sus empleadores y de las redes de explotación. Diversos estudios demuestran que 73% son de los abortos que se realizan son por miedo, y no por el ejercicio de la libre voluntad de decidir.  Estos responden al interés del sistema de explotación psicológica, laboral y sexual, del que supuestamente se trata de liberar a la mujer. Es falso que el aborto libere a la mujer de un yugo, cuando se acredita que en realidad el aborto beneficia a sus explotadores. Y a la mujer la deja devastada.

 

Imagen de 3194556 en Pixabay


 

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